viernes, 21 de junio de 2013

Caquitas


Uno de los lugares por los que casi siempre pasaba en mis caminatas diarias – y que espero retomar en cuanto pueda- es un camino que lleva del centro de Antequera hasta el polígono, donde se encuentra el hospital comarcal. Hay que atravesar este bonito puente
 
 
 
 
y enseguida nos encontramos con una larga acera ideal para pasear. Antiguamente era solo un senderito con algunas casas, pero lo arreglaron hace unos años y todo el mundo se puso muy contento, al menos los andarines, que así nos encontramos de pronto con otro camino diferente por el que pasear.

A ambos lados del camino pusieron este cartel que yo aplaudo siempre.
 
 
 
 
Porque servidora, cuando lleva a Molly a pasear, siempre va provista de bolsas para las caquitas e incluso de una botellita de agua para remojar los pipis que la criaturita se vea tentada a esparcir en algún sitio no conveniente, como aceras, calzadas del mismo centro o calles peatonales. Sí, la tenemos bien educada pero a veces el instinto puede más que las reglas que ha estado recibiendo toda su vida.

Lo curioso de esto es que pasando por este camino, lo que menos se ven son excrementos de perro. Podría decirse que solo algunos incivilizados, que los hay en todas partes, no atienden los carteles donde nos piden que mantengamos libre de porquería la zona y no recogen los desperdicios de sus mascotas. La cuestión es que todo esté lleno de cacas de cabra y algún que otro caballo, animales que pasan a menudo por allí. Tanto es así que a veces cuesta caminar sobre la acera sin que el calzado no vaya pisando una tras otra. Y claro, una se pregunta: ¿por qué los perros si y no el resto de los animales?
 
 
 

Claro que estaría gracioso ver a un cabrero recogiendo las cagaditas de sus cabritas, con lo que sabemos que están defecan. Un paso y un apretón, otro paso y otro apretón… Sería como pedir peras al olmo. Pobre cabrero. Tampoco veo normal que un caballista tenga que bajarse y apropiarse de las enormidades que suelta su caballito -no puedo imaginar las dimensiones que tendría que tener la bolsa de las recogidas- para luego volver a subir y encaminarse hasta el contenedor más cercano y deshacerse de ella. Lo cierto es que es un sinsentido.

Pero entonces… ¿por qué un cartel de aviso a los perros? Porque en vista de que por allí es normal que pasen otros animales que defecan sin descanso y no es cuestión de molestar a sus dueños, ¿por qué sí a los perros? No sé, veo lógico este tipo de carteles en otros lugares donde realmente las cacas de los perros son la única porquería de la calle, pero no donde cualquier otra caca campa a sus anchas. Por no hablar de la suciedad que va dejando la gente a modo de bolsas, preservativos y porquerías similares. Pero esa ya es otra historia.

En fin, entendiéndolo o no, yo seguiré recogiendo las caquitas de mi Molly a no ser que estemos en pleno campo, que es donde pienso que deben andar las cabras y los caballos. Digo yo.

 

martes, 18 de junio de 2013

Poirot


Y si en la entrada anterior os hablaba de Miss Marple, hoy me gustaría mencionar al otro detective famoso de Agatha Christie, esta vez en su versión televisiva.
 
 
 Para los que hemos leído a la autora y conocemos bien a Hercules Poirot, ver la interpretación de David Suchet en la serie de la BBC británica es todo un placer.
 
 
 En mi modesta opinión, ningún otro Poirot que yo haya visto en pantalla ha resultado tan igual al de las novelas. Creo que es el Hercules Poirot por excelencia.
 
 
 Además, la serie está muy bien tratada. Como suele ser el caso en esta cadena de televisión, aquí también se esmeran por conseguir unos decorados dignos de la época que representan, unos buenos actores y sobre todo unos guiones decentemente versionados del original. Lastima del doblaje empleado, malo donde los haya. Mejor verla en versión original.  
 
 
La serie se emite desde 1989 y al parecer sigue en ello, aunque creo que en España ya no se molestan en ponernos nuevas temporadas. Una pena.

viernes, 14 de junio de 2013

Una Miss Marple muy especial


Margaret Rutherford (1892-1972) fue una actriz londinense muy famosa a mediados del siglo XX. Ya fuera en teatro o en cine, su apariencia física la convirtió en una cómica muy querida por el público.
 
 
Casada con el actor Stringer Davis, ambos protagonizaron una serie de comedias muy populares de la época, formando un dúo que garantizaba enormes éxitos de taquilla.
 
 
Sin embargo era ella especialmente la requerida por los directores para participar en sus películas. Por muy secundario que fuese su papel, las risas estaban garantizadas. Con sus graciosos mohines, una voz muy particular y su típica indumentaria de la campiña inglesa, la actriz creó un estilo que supo adaptar a cada papel que interpretaba.
 
 

Trabajó con Elisabeth Taylor, Richard Burton, Charles Chaplin, Tony Randall, Orson Welles y un interminable elenco de actores y directores famosos. Tras numerosos premios, y dado el cariño que el público le tenía, fue nombrada Oficial de de la Orden del Imperio Británico y Dama Comandante. Durante sus últimos años de vida sufrió de demencia senil. Ella y su marido murieron con tan solo un año de diferencia, siendo los dos enterrados en la misma tumba y permaneciendo así unidos como siempre habían querido estar en la pantalla.
 
 

De todas las películas de Margaret Rutherford hay cuatro que merecen ser destacadas. Porque si en cualquier otra es un placer verla, es interpretando a Miss Marple -la famosa anciana detective de Agatha Christie- cuando se puede apreciar su gran talento y sus cualidades para hacernos reír.
 
 

Con unos guiones demasiado libres respecto a las novelas de la escritora y rodeada por actores muy conocidos de la escena británica, Margaret se mete en las carnes de Miss Marple para desenvolver misterios volviendo loco a todo el mundo, jefe de policía incluido. Dicen que para ello exigió un papel para su marido, como amigo inocente y bonachón de la detective, y elegir su propio vestuario, ese tan característico al que había sacado tanto partido.
 
 

Así, en El tren de las 4,50, Mrs.McGinty ha muerto, Después del funeral y Asesinato a bordo, Margaret Rutherford nos presenta a una Jane Marple muy particular que nos arranca una carcajada tras otra.
 

La música, que acompaña cada película, es tan divertida como los andares de la actriz y una vez que la oyes ya no puedes olvidarla.
 
 

La recomiendo para los amantes de Agatha Christie y las comedias, una combinación que no tiene porque ser absurdo si se sabe hacer bien.

 

miércoles, 12 de junio de 2013

Perdida en una isla con Wes Anderson


Dice mi hijo que Hollywood aún puede salvarse gracias a directores como Wes Anderson. Se comenta que el propio Martin Scorsese lo nombró el próximo Martin Scorsese de la historia del cine.
 
 
 
 De entre sus peculiaridades cineastas destaca su afición a trabajar casi siempre con actores de la talla de Anjelica Huston, Bill Murray, Adrien Brody, Jeff Goldblum y Owen Wilson entre otros muchos conocidos, pero también esas ciertas dosis de ironía y surrealismo que definen todos sus trabajos.  El director no deja indiferente a nadie, o te encanta o te aburre a muerte. Lo que está claro es que, tras varios premios y otras tantas candidaturas –incluidos los Oscars- su nombre ya es sinónimo de frescura y originalidad en el mundo del celuloide. Con unos guiones inteligentes, este director de 44 años nos presenta comedias diferentes a cualquier otra que se pueda hacer en la actualidad. Viaje a Darjeeling, Life Aquatic, Los Tenenbaums, Academia Rushmore…, todas estas películas han conseguido llegar al corazón de muchos espectadores, algunos lanzándolas al nivel de culto.
 
 
 
Moonrise Kingdom es la historia de dos adolescentes en los años sesenta, una chica y un chico algo peculiares, que viven en una tranquila isla donde todo el mundo se conoce y nunca suele pasar nada. Los dos se enamoran y deciden huir, lo que provocará un caos en toda la población. Con este sencillo argumento, el director nos presenta un mundo de personajes estrafalarios, unos paisajes de ensueño y una agradable nostalgia hacia el primer amor. Curioso como actores tan famosos como Edward Norton, Bruce Willis, Bill Murray, Frances McDormand y Harvey Keitel solo hagan aquí papeles secundarios que bien podría haberlos hecho cualquier otro actor. Claro que entonces ya no sería lo mismo. Claro que ya no sería una película de Wes Anderson.







Particularmente me ha gustado mucho. Me ha tenido sonriendo desde el principio hasta el fin, con alguna que otra carcajada por medio, y un deleite total ante la fotografía. Creo que mi hijo tiene razón.

 

domingo, 9 de junio de 2013

Adios a Mayo y al sayo.


La palabra sayo, que hoy solo  nos sirve para colocar en algún que otro refrán, fue en sus tiempos un vocablo que debían estar utilizando a todas horas. Porque sayos había de todas formas y colores. Desde una sencilla túnica larga,
 
 
 pasando por un vestido ancho y sin botones con poca hechura,
 
 
 hasta una especie de armadura que servía para defenderse de posibles agresiones.
 
 
 
 Sin embargo, el sayo más común era una especie de camisola sin forma ni gracia que lo mismo servía para ir a trabajar al campo que para asistir a la iglesia los domingos.
 
 
Aquí dejo un patrón por si alguien quiere relanzarla al mercado.
 
 
 
 No creáis que no se ha intentando imitar en algunas temporadas.
 
 
 
De todas maneras, si os decidís por ello, mejor esperáis al año que viene. Porque hoy es 40 de mayo y a partir de hoy, ya sabéis que tenemos permiso para quitarnos el sayo.

 

martes, 4 de junio de 2013

Una moneda por tu suerte


Sara Stockbridge fue un icono punk británico de los ochenta. También fue musa de la diseñadora inglesa Vivenne Westwood y actriz en series y alguna que otra película.
 
 
 Un día decidió escribir y parió Grace Hammer, una novela sobre el East End londinense de 1888. Pero no voy a hablar de este libro porque no he tenido oportunidad de leerlo todavía, sino del segundo que ha escrito la autora, Una moneda por tu suerte, donde vuelve a elegir el entorno victoriano de Londres  para contarnos la historia de una gitana que se dedica a timar a damas de la alta sociedad.
 
 

Rose Lee no hace daño a nadie cuando acude a los elegantes barrios londinenses para leer la palma de manos adineradas que quieren conocer su porvenir. No engaña, no miente, simplemente da un poco de sabor a unas vidas que parecen vacías a pesar de no carecer de nada. Un día es invitada a la mansión de Lady Quayle, donde conoce a su hija Tabitha y a la amiga de esta, Emily, y es entonces cuando Rose Lee ve señales de una muerte horrible y la marca de una asesina. A partir de entonces se ve mezclada en una trama donde Tabitha desaparece, Lady Quayle parece enloquecer y Emily tiene mucho que esconder.
 
 
 
 
La escritora nos lleva por caminos de confusión e intriga hasta el mismo final, sin pausa ni descanso. En un lenguaje sencillo pero a la vez lleno de poesía, nos envuelve en un mundo gótico, con personajes llenos de misterio a los que acompañaremos página tras página, sin conocer sus verdaderas intenciones hasta el final.  




Confieso que no me esperaba una novela tan bien escrita y elaborada. Se lee rápidamente, sin perder la tensión un solo instante. Tampoco es demasiado extenso en páginas por lo que la escritora no se pierde en encrucijadas sin sentido, yendo directamente al grano para contarnos una original historia que no deja indiferente a quien la lea.

Animaos porque os va a gusta pasar un buen rato con ella.