domingo, 19 de noviembre de 2017

El muñeco de nieve


Creo que he comentado alguna vez que cuando era pequeña tenía un cuento favorito que leía una y otra vez.
 
 

 Imagino que conocéis esta historia: los niños del barrio hacen un muñeco de nieve, lo visten y le ponen un nombre. Durante el invierno, lo incluyen en sus juegos. Y lo miman tanto que el muñeco cobra vida. Es tan feliz con sus amigos que cree que siempre estará con ellos. Pero desgraciadamente los días van pasando y el invierno llega a su fin. Los niños descubren un día que el muñeco ya no existe y que, en su lugar, sólo queda un charquito de agua que contiene una gran zanahoria, unos guantes viejos y una bufanda deshilachada.
 
 

Ignoro por qué me gustaba tanto aquella historia. Tal vez porque yo nunca había visto la nieve. Quizás porque me conmovía la personalidad del personaje, que era todo ternura. O puede que fuera porque insistía en inventarme un final más feliz en cada lectura, como si así pudiera perpetuar la vida del protagonista.
 
 

El caso es que la figura del muñeco de nieve es mi preferida para adornar la Navidad, confieso que me resulta muy entrañable. A veces también los dibujo, aunque son copias y no creaciones mías. Me encanta colorearlos.
 
 

Por cierto, después de probar una gran variedad de marcas de rotuladores, no tengo duda alguna de que la mejor, con diferencia, es la Sharpie. La última que he comprado, hace unos días, ha sido Faber-Castell y sinceramente me parece horrible. Claro que después de usar un Sharpie es difícil conseguir tan buen resultado con otra. Es una pena que no la vendan en España, aunque en Amazon se puede conseguir a buen precio.
 
 

Y sí, en mi imaginación el muñeco de nieve se encontró con un amigo y se fueron juntos al Polo Norte. Allí viven felices desde entonces.

 

sábado, 4 de noviembre de 2017

Nuestra reina

Ha estado malita todo el verano.


 Ha pasado muchas pruebas médicas y tratamientos varios. Se nos rompía el corazón cuando nos recordaban los años que tiene, el desgaste de estos y las muchas complicaciones. La llevamos a la playa - que ella adora -, al campo, le dimos mismos en casa - como siempre -  y no la dejamos sola ni un momento.



 Ahora ya está bien, para alegría nuestra. Sigue adornando nuestras vidas con su entrañable ternura. Persiste en su empeño de mantenernos unidos bajo su manto, como la reina indiscutible de la casa. No hay quien se atreva a contradecirla porque siempre lleva  razón. La queremos a muerte.

 
Es el alma de nuestra familia.