Cuentan que una tarde de primavera del año 1977, una
madre lloraba desconsoladamente mientras
limpiaba la tumba de su hija en el cementerio viejo de Algeciras.
Conozco tan bien el lugar que puedo imaginar la escena fácilmente. Mis padres
y otros familiares están enterrados allí y tuve ocasión de visitarlo mucho
durante mi infancia. El mar está muy cerca. El aire esparce su olor salado por
entre los pasillos del recinto, como si quisiera acariciar cada lápida. Hay varios
grifos donde la gente llena sus cubos de agua para la limpieza y unas escaleras
de madera que hay que utilizar por turnos. El aroma de las distintas especies
de flores es una mezcla dulzona que hace que encoja la nariz. Las piedras tienen
nombres y fechas que me llaman la atención. Escucho suspiros de pena y llantos ahogados mientras señoras vestidas de negro
se tapan la cara con un pañuelo.
Puede que esta madre que mencioné al principio
estuviese así, encogida de pena mientras un hombre joven se le acercaba para
consolarla. Le dijo que no se dejara llevar por la desesperación, que su hija
estaba en un mundo mejor y que no le gustaría saber que su madre vivía en la
tristeza más profunda. Durante un buen rato ella lo escuchó, aunque imagino que
sus palabras ya se las sabría de memoria porque es lo que todos decimos cuando
intentamos consolar a alguien. Sin embargo, ella admitió después que se sintió
confortada por él.
-
¿Podría usted limpiar también esa tumba
de ahí?- le señaló el hombre cuando ya se iba- Es de alguien que conocí, muy
buena persona, y está muy abandonada.
La mujer dijo que lo haría y lo vio marchar. Algo
más tarde se acercó a la otra lápida, que realmente estaba en un estado
lamentable, llena de polvo y malas hierbas. Ella se dedicó a arrancar los
matojos y a medida que limpiaba, apareció un marco ovalado con la foto de un
hombre joven. Para su horror se dio cuenta de que era el mismo que acababa de
hablar con ella. La pobre comenzó a gritar hasta que se desmayó. Dicen que uno
de los sepultureros acudió en su ayuda corriendo e intentó reanimarla. Ella lo
hizo, pero no dejaba de señalar la tumba aquella para decir que “ese hombre le
había hablado”. Viéndola en tal estado nervioso, el sepulturero llamó a una
ambulancia y se la llevaron al hospital.
Desde aquel día la historia dio mucho qué hablar. La
gente comenzó a visitar el lugar y a llevar flores al muerto desconocido,
dejando impoluta su lápida. Algunos dejaban mensajes de cariño. Otros le pedían
favores. Aquella tumba se convirtió en un lugar de peregrinación donde acudían
gentes de toda la comarca. Se dijo que había hecho un milagro, después otro. Varias
personas aseguraron haberlo visto de nuevo. Y así, viendo que se había
convertido en una especia de leyenda, la Iglesia solicitó a Cádiz la exhumación
del cadáver, sobre todo para demostrar a la gente que aquello no tenía nada de sobrenatural.
Sin embargo, cuando se extrajo el cuerpo todos contemplaron sorprendidos que estaba
incorrupto. El fervor popular continuó hasta nuestros días.
Cientos de personas pueden contar los favores que
este “santito” tan especial les ha concedido. Su tumba está siempre repleta de adornos
florales, medallas, fotografías y mensajes de gracias.
¿Pero quién era este hombre? En la lápida hay un
nombre: Antonio Mena Vicario. Algunos han investigado su persona, pero no hay
muchos datos que puedan aclarar quien fue realmente. Si se sabe que nació en
Ceuta y que era legionario. Tenía veintiún años cuando murió, el 1 de Febrero
de 1942 en Algeciras. Según algunos murió en una cárcel como preso político.
Otros dicen que encontró la muerte en una pelea en plena calle. Lo que es seguro
es que lo llevaron al Hospital de la Caridad en estado muy grave y que de allí
fue al cementerio, dándole cristiana sepultura. Al cementerio viejo, el único
que existía por entonces. Y como ya sabemos, su tumba estuvo muchos años sin
ser visitada por nadie, totalmente desatendida, sin flor alguna siquiera en Los
Tosantos, día especialmente señalado para tales menesteres.
Antoñito, como le llaman en Algeciras cariñosamente,
se ha convertido en un icono de mi ciudad. Su historia tiene cientos de
entradas en internet y ha sido protagonista de varios programas de televisión y
radio. Alguna vez se han hecho estudios de psicofonía pero en cuanto a los resultados
hay versiones de todo tipo.
Otra cosa que argumentan sus incondicionales es que
la fotografía de la tumba no parece dañada por el sol, a pesar de que este le
ha dado directamente durante tantos años.