jueves, 17 de julio de 2014

Frases que decimos sin pensar


Hablando de otra época estábamos cuando alguien dijo: Cualquier tiempo pasado fue mejor. Una frase bien trillada que todos utilizamos en la cotidianidad de nuestra vida.


¿Pero de donde viene? ¿Quién la usó por primera vez? Yo particularmente pienso que está con nosotros desde que el ser humano empezó a hablar, ya se sabe lo mucho que nos gusta recordar los viejos tiempos y cuanta nostalgia sentimos por ellos suspirando solo por los ratos buenos. Sin embargo, fue Jorge Manrique quien la inmortalizó en su obra Coplas a la muerte de su padre, donde nos dice:

Recuerde al alma dormida

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte

tan callando,

cuán presto se va el placer

cómo después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer,

cualquiera tiempo pasado fue mejor.
 
 

Maravilloso poeta que no solo nos ha dejado esa frase, sino también otras como Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir.

¡Eureka!, gritó Arquímedes cuando descubrió su famoso principio, aquel que dice que Todo cuerpo sumergido en un líquido desaloja un volumen de este igual al suyo y pierde de su peso una cantidad igual al peso del volumen del líquido desalojado. Imagino su alegría y comprendo que gritara ¡Lo encontré!, que es lo que en griego quiere decir la palabra Eureka. Dicen que estaba tan entusiasmado que salió desnudo a la calle a que lo felicitaran.


 

Y seguro que Arquímedes se enamoró alguna vez. Lo que no tengo claro es que dijera eso de Hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana ya que su autora, Rosemonde Gérard, no lo escribió hasta finales del siglo XIX. Por cierto, esta poetisa fue esposa de Edmond Rostand, quien escribió Cyrano de Bergerac.
 


Tal vez de vivir hoy, este escritor que nos dejó una obra conocida por todos y llevada al cine muchas veces, se daría muchos humos. ¿Y por qué decimos humos precisamente? Pues porque en la antigua Roma los aristócratas solían tener bustos tallados de sus antepasados, algo que los hacía distinguidos para el resto del pueblo. La polución y los humos hacían que estos bustos fueran ennegreciendo con el tiempo pero esto, en vez de estropearlos a los ojos de los demás, los hacía más valiosos, ya que significaba que el linaje de la familia era antiguo. Parecido a 8 apellidos vascos pero con esculturas en piedra.



¡Vete a la porra!, podrá pensar alguien que esté leyendo esto. La porra, aparte de ser hoy un plato tradicional antequerano y que recomiendo a todo el mundo, fue en su día un bastón que utilizaba el tambor de las orquestas militares. Cuando no se usaba, se dejaba a la puerta de las dependencias, cerca de la prisión. Así, si un soldado se portaba mal y había que castigarlo, el jefe al mando le decía Váyase cerca de la porra, lo que al final se resumió mandándolo directamente a la porra, que pronto dejaría de ser un bastón en nuestra mente para convertirse en una gran caca donde enviar a aquellas personas que nos fastidian.



Yo, por si acaso, prefiero usar el nombre solo para pedir una tapita en cualquier bar de Antequera, vaya a ser que armemos la Marimorena. María Morena, tabernera de Madrid, que tenía la bodega llena de vino y se negó a venderlos, vaya usted a saber por qué. Ocurrió en 1579 y el pleito fue tan anecdótico y lioso que terminó por hacerse famoso, al igual que el apellido, del que hoy hacemos uso con frecuencia cuando avistamos un follón. Hay quien prefiere Armar la de Dios es Cristo, que viene de un concilio ecuménico en Nicea en el año 325 D.C., donde los participantes terminaron discutiendo apasionadamente acerca de la doble naturaleza de Jesucristo.



Pero vamos, que también puedes elegir la opción San Quintín. Eso de Armarse la de San Quintín proviene del año 1557, concretamente el día 10 de agosto –día de San Lorenzo y popularmente el más caluroso del año- cuando los españoles aniquilaron a los franceses causando muchas bajas entre los dos bandos.

Espero que estéis teniendo un buen verano sin necesidad de armar nada.
 

 

domingo, 6 de julio de 2014

Pensamiento de domingo


Dicen que la curiosidad mató al gato, pero siempre he creído que la frase debió inventarla alguien que pasaba de hacerse preguntas, algo tan inherente en el ser humano. Gracias a personajes que no se contentaron con mirar a su alrededor, hemos conocido el mundo en que vivimos y se han ideado mejoras en calidad de vida. Desde aquel que se preguntó de que podría servirle una piedra en su caza diaria, pasando por los que miraban al horizonte imaginando lo que podrían encontrar si echaban a andar, hasta los científicos que se han puesto en riesgo de muerte por darnos a conocer nuevos elementos, todos y cada uno de ellos han sido curiosos a más no poder. A veces, cuando somos pequeños, nos pintan la curiosidad como algo negativo. “Niño, no preguntes tanto. Niño, eso no te importa. Niño, no mires tan descarado.” Tal vez habría que fomentar esa cualidad hoy en día para que los niños de ahora, la mayoría enfrascados horas y horas en maquinitas de todos los tamaños y colores, pudieran sentir la emoción del descubrimiento.

No sé, es algo que me ha dado por pensar.