sábado, 29 de marzo de 2014

Primavera nevada.


Ya pensábamos que teníamos encima una primavera bien soleada, después de un invierno lluvioso y gris. Yo incluso había decidido que en pocos días haría un cambio de ropa en los armarios porque era ver los abrigos gordos y los jerséis de lana y me daba algo. Pero bueno, el dicho lo dice todo: hasta el 40 de mayo no te quites el sayo. Es lo que ha debido pensar la madre naturaleza porque nos ha vuelto a regalar  unos días de nuevos fríos y algún que otro chubasco. Esta noche pasada ha llovido bastante aquí, en Antequera, y cuando nos levantamos descubrimos un cielo negro que prometía pasar así todo el día. Decidimos ir a Málaga y esto es lo que nos encontramos por el camino.
 



Así estaban Las Pedrizas, nos caían pequeños copos de nieve aunque no se advierten en las fotos. La sorpresa fue grande porque de verdad no nos lo esperábamos. ¡Si hace una semana hablábamos de ir a la playa!

Al parecer tuvieron que cerrar el acceso al Torcal. Allí la nieve era mucho más intensa. Esta imagen es de Europa Sur.

 

Claro que no estamos como en esta foto que me ha enviado al Facebook mi amiga Lourdes desde Suiza. Eso sí que es nieve.

 

¡Pero es que aquí estamos en el Sur de Europa!

sábado, 1 de marzo de 2014

En su casa para siempre


No tengo conciencia de cuando comencé a relacionar a Paco de Lucía y Algeciras, a Algeciras y Paco de Lucía. Tal vez dentro de las entrañas de mi madre yo ya conocía esos nombres. Mi padre, sevillano de nacimiento, recaló en la capital del Campo de Gibraltar a principios de los años cincuenta. Iba destinado como policía- policía armada en aquel entonces- a ese lugar perdido de la mano de Dios donde a cada funcionario se le daba un plus como compensación por la mala conexión y peores comunicaciones. Algeciras tenía un buen puerto, pero las carreteras a cualquier lado eran pésimas y un viaje en tren a Madrid duraba unas doce horas. Mi padre llegó dispuesto a estar el tiempo necesario hasta nuevo destino, pero nada más aterrizar se encontró una ciudad ideal para su forma de ser: alegre, abierta, entusiasta de la vida… Se enamoró de ella al mismo tiempo que de mi madre y de esa gente que enseguida comenzó a tratarlo como si hubiese nacido allí. En cuestión de nada, mi padre se metió en vena la bahía y ya no quiso que saliera de su alma.

Esa década de los cincuenta fueron años de tertulias masculinas donde el vino y el flamenco formaban pareja hasta altas horas de la noche. Como buen flamencólogo, mi padre se codeó con aquellas figuras interpretativas que animaban cada taberna, fiesta popular o reunión privada. Y así fue como conoció a Paquito Sánchez, ese niño que acompañado por su padre y sus hermanos, movía los dedos como si un ángel lo estuviera guiando. Puedo imaginar los OLE que arrancaba con sus acordes conmovedores e imposibles. Paco, el hijo de Lucía la portuguesa, no sabía tocar la guitarra bien, es que era un genio con mayúsculas. Y entre todos aquellos algecireños que pudieron contemplar los comienzos de un monstruo, mi padre aplaudió a rabiar y se hizo incondicional de él hasta su muerte.
Pepe de Algeciras, hermano de Paco y padre de la cantante Malú,  cantando mientras su hermano Ramón toca la guitarra. Detrás de ellos, a la derecha, mi padre.

Grupo de amigos arropando al guitarrista, el tercero de pie desde la izquierda. Mi padre es el segundo por la derecha.
 

Paco se marchó pronto a llevar su arte por el mundo, cualquier sitio se le haría pequeño a alguien que por derecho tiene que ser universal. Pero siempre llevó a Algeciras en su corazón y habló de ella como él sabía, sin palabras, desgarrando su guitarra hasta hacernos ver lo que sus ojos soñaban mientras componía esas melodías que viajaban con el aire de levante hasta posarse sobre su pueblo y quedarse ahí por toda la eternidad. Paco no pudo estar en su Rinconcillo tanto como quisiera, pero nunca olvidó a sus amigos de siempre, esos que se alegraban de sus éxitos en la distancia. Cuando volvía, ya fuera para pasear por las calles que lo vieron crecer, o para ser homenajeado por sus compatriotas, Paco seguía sintiéndose algecireño.
 
Ahora ya está descansando en el cementerio viejo, muy cerca del Rinconcillo, esa su playa querida cuyas olas seguramente bailarán para él. Muy cerca, mi padre reposa también mirando al mar. Seguramente su espíritu saldrá por la noche, junto con el de otros muchos, para rogar a Paco que toque algo. Mientras la luna y las estrellas suspiran expectantes, del cielo bajará una nube en forma de guitarra y Paco, con su humilde sonrisa, tocará para deleitarlos a todos una y otra vez.

NOTA: La primera foto la he sacado del libro PACO DE LUCÍA Y FAMILIA, EL PLAN MAESTRO de D.E. Pohren. En el año 1994, un conocido librero algecireño nos avisó a mis hermanas y a mí de que habían sacado una biografía del guitarrista y que en él había una fotografía donde aparecía mi padre. La número dos es de mi colección particular.