martes, 27 de mayo de 2014

¡Como cabras!


Así me he encontrado la Plaza Castilla esta mañana.

 

Llenita de coloridas cabras festivaleras.

Alguna estaba vestida de flamenca, sin duda preparándose para la feria de Mayo que comienza este fin de semana.

 
 

Otras iban en plan hippy, que para eso estamos en primavera y las flores alegran la vista.
 

 
 

Una, con aspecto de nostálgica, nos mostraba la foto de la mejor amiga de las cabras. ¿O es que existe alguien mejor que Heidi para cuidarlas y mimarlas?
 


También había quien hacía propaganda.
 
 

Muy modernas.
 
 
 
 
 
 

Unas cuantas presumiendo de “malaguismo”.
 

 
 
 
 
 
 

Y la elegida por uno de los autores para lucir dedicatoria.

 

La exposición, promocionada por Diario Sur, se llama “O MY GOAT” y las esculturas están hechas en hormigón, decoradas por varios artistas malagueños.

Hasta el 6 de junio tendremos estas cabritas animando la Plaza Castilla.

domingo, 25 de mayo de 2014

¿Tú conoces al Piyayo?


Hoy he estado paseando por El Palo, ese barrio malagueño cuya playa y sus numerosos restaurantes de pescadito frito son visita obligada si vas por allí. Entre las muchas voces que mis oídos iban captando,  me ha llegado una que de repente ha mencionado un nombre, consiguiendo transportarme al pasado. Porque hacía muchos, muchos años que no me acordaba del Piyayo. En realidad es más que un nombre. Fue un poema muy entrañable en mi infancia. ¿Quién de mi generación no tiene bien aprendido en su cerebro aquello de “¿Tú conoces al Piyayo?, un viejecillo renegro, reseco y chicuelo…?"

Lo escribió José Carlos de Luna, un poeta malagueño que con sus obras paseó el andalucismo por toda España. Escribió siempre sobre costumbres y personajes significativos de su época –nació en 1890 y murió en 1965. Le gustaba el humor y lo dejaba entrever tanto en sus poemas como en los artículos que firmaba en diferentes periódicos nacionales. Sin duda su oda más conocida es El Piyayo, con el que quiso retratar a un paisano muy conocido en la ciudad.
 
 

Este “viejecillo renegro, reseco y chicuelo…” fue en realidad Rafael Flores Nieto, un gitano que nació en Málaga en 1864, en el famoso barrio de El Perchel. La gente lo conocía por El Piyayo cuando iba cantando y tocando la guitarra por las calles, vendiendo alguna que otra cosilla y haciendo amistad con todos. Dicen que las canciones que interpretaba eran suyas, las llamó Cantes del Piyayo. En realidad eran una mezcla de tango y guajira, algo que junto al contenido de estas sugiere que estuvo encarcelado en Cuba durante la guerra. Son muchas las anécdotas que se cuentan de él, aunque lo más significativo sin duda fue el hermoso recuerdo que la gente ha guardado siempre de su persona. Murió en 1940 y desde entonces los malagueños lo han tenido en cuenta en muchas ocasiones. No solo José Carlos de Luna escribió sobre él, también hay una película de 1956 que trata sobre su vida y el ayuntamiento le ha hecho distintos homenajes. Con su nombre hay un restaurante, una peña flamenca y unos premios culturales, amén de otros actos dedicados al flamenco.








 


Por si esto fuera poco, el poema de José Carlos de Luna está considerado como uno de los más recitados en lengua castellana.

Aunque lo podéis encontrar en muchos sitios por la red, os lo dejo aquí por si os interesa leerlo y - esto solo algunos- regresar a la EGB.

 
EL PIYAYO

¿Tú conoces al Piyayo,
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo,
la mirada de gallo,
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso. . . ,
que pide limosna por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos...?


¡A chufla lo toma la gente,
y a mí me da pena
y me causa un respeto imponente!


Ata a su cuerpo una guitarra,
que chilla como una corneja,
y zumba como una chicharra
y tiene arrumacos de vieja
pelleja.
Yo le he visto cantando,
babeando
de rabia y de vino,
bailando
con saltos felinos,
tocando, a zarpazos,
los acordes de un viejo "tangazo".


Y el endeble Piyayo jadea,
y suda... y renquea.
Y a sus contorsiones de ardilla
hace son la sucia calderilla.


¡A chufla lo toma la gente!
A mi me da pena
y me causa un respeto imponente.


Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardientillo...,
y su pan y el de sus nietecillos:
"churumbeles" con greñas de alambre
y panzas de sapo,
que aúllan de hambre,
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña,
sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña;
sin mas sombra que la de su abuelo...
¡Poca sombra porque es tan chicuelo!


En El Altozano
tiene un cuchitril
-¡y a las vigas alcanza la mano!-
y por lumbre y por luz un candil.


Vacía las alforjas
-que son sus bolsillos-.
Bostezando, los siete chiquillos
se agrupan riendo.
Y entre carantoñas les va repartiendo
pan y pescao frito,
con la parsimonia de un antiguo rito:


-¡Chavales!
¡Pan de flor de harina!...
Mascarlo despasio.
Mejó no se come en palasio.
Y este pescaito ¿no es ná?
¡Sacao uno a uno del fondo der má!
¡Gloria pura é!


Así... despasito,
muy remascaito.
¡No llores, Manuela!
Tú no pués, porque no tienes muelas.
¡Es tan chiquitita
mi niña bonita!...


Así despasito,
Muy remascaíto,
migaja a migaja -que dure-,
le van dando fin
a los cinco reales que costó el festín.


Luego, entre guiñapos, durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos,
la Virgen María contempla al Piyayo
riendo.


Y hay un ángel rubio que besa la frente
de cada gitano chiquito.


¡A chufla lo toma la gente!...
¡A mí me da pena
y me causa un respeto imponente!





Entrañable, al menos para mí.


 

lunes, 19 de mayo de 2014

Una escritora que escribe sobre una escritora


D. E. Stevenson nació en Edimburgo en 1892. En realidad se llamaba Dorothy Emily Stevenson pero nunca quiso firmar con su nombre para crear un poco de misterio. En aquella época todo el mundo daba por sentado que las novelas escritas por mujeres tenían el mismo estilo y ella jugó a ser ambigua para que no pudieran encasillarla.

De hecho, ya desde su infancia sufrió con este tema, su padre no le permitió ir a la universidad, algo que Dorothy deseaba con toda su alma. Tampoco le gustaba que escribiera y siempre la obligó a hacer “cosas de mujeres”. Sin embargo, ella aprovechaba cualquier momento para escribir, su gran pasión, aunque tuviera que hacerlo a escondidas. Es curioso que su padre, siendo primo de Robert Louis Stevenson -el famoso escritor de La Isla del Tesoro entre otras muchas novelas, poeta y autor de varios libros de viaje- fuera tan intransigente con la hija.
 
 
Dorothy publicó su primer libro- Peter West- en 1923, estando ya casada. No volvió a escribir otro hasta 1932, pero a partir de entonces publicó prácticamente uno por año. Desde el principio, sus novelas se caracterizan por el humor, la sátira y unos personajes excéntricos y divertidos que son capaces de cualquier cosa. En principio parece una lectura sencilla que se lee de un tirón, pero a pesar de la simplicidad de los argumentos, sus obras contienen una gran profundidad moral, retratando las miserias y alegrías del típico pueblecito inglés de principios de siglo XX.

El libro de la Srta. Buncle, de 1934, es uno de sus mayores éxitos. En él cuenta como Bárbara se pone a escribir un libro para mejorar su situación financiera. Como cree firmemente que solo se debe escribir sobre lo que se conoce, decide hablar sobre su pequeño pueblo y sus habitantes. Para ello, imagina cómo podrían mejorar sus vidas e idea circunstancias que las haría mucho mejores. Algunas son disparatadas, aunque otras no tanto. En cuanto termina lleva el manuscrito a un editor de Londres, quien sorprendentemente cree que es una obra de arte y se lo publica. A partir de ahí se arma un buen follón. La novela obtiene mucho éxito, todo el mundo lo lee y por supuesto sus vecinos también quieren leerlo. Bárbara les ha cambiado los nombres pero no sus caracteres, manías y costumbres, por lo que cada cual se reconoce, muchos de ellos con indignación. El problema es que no saben quién es John Smith, el seudónimo de la escritora, por lo que se ponen a investigar. Otros se lo toman con humor e incluso más de uno sigue las indicaciones del libro para renovar sus vidas.

Como he dicho antes, es un argumento fácil, pero Dorothy lo aprovecha para hablarnos del mundo editorial, de los lectores y de la literatura en sí con todo el sarcasmo del mundo.


 
 El matrimonio de la Srta. Buncle fue escrito en 1936, y es la continuación del anterior. Después del revuelo que ha organizado con su primer libro, Bárbara no solo decide mudarse del pueblo, sino que además se casa con su editor, un hombre que la entiende mejor que nadie y está loco por ella. Mientras busca una casa en el lugar que han escogido para vivir, se entera casualmente del contenido del testamento de una  rica anciana. A pesar de que ha jurado guardar silencio sobre ello, no puede evitar manejar algunas situaciones para que el dinero de la anciana caiga donde cree que debe. Entre esto y la escritura de su segundo libro, Bárbara no para un momento, creando escenas hilarantes y volviendo loco a su marido.

La escritora tuvo que seguir con la protagonista porque miles de lectores se lo pedían insistentemente. De nuevo fue uno de los libros más vendidos del año.




Las dos señoras Abbot es el tercero de la saga. Lo escribió en 1943 porque mientras tanto se había dedicado a otras novelas. Aquí, los protagonistas se ven inmersos en plena guerra. El matrimonio tiene dos hijos y sigue viviendo en el pueblo anterior, rodeado de sus muchos amigos. Las tramas siguen igual de divertidas, aunque ahora nos encontramos con todo un regimiento del ejército acampado en una mansión cercana, algún que otro espía, una huérfana que se niega a volver con sus padres a Londres y una escritora de novelas rosa que quiere escribir cosas serias. Desternillante como las otras.
 

 

La Srta. Buncle, una de sus heroínas más queridas por el público, vuelve a aparecer en otras diferentes obras de la autora, algo que le gustaba hacer con su personajes famosos y que siempre era muy deseado por los lectores.

 

D. E. Stevenson estuvo escribiendo hasta 1970, tres años antes de morir. Aunque no es muy conocida en España, sí lo es en muchos otros países y ha vendido millones de ejemplares por todo el mundo.