jueves, 27 de diciembre de 2012

Mi calle y yo


Me pregunta mucha gente el por qué no salgo a dar un paseo en muletas o en silla de ruedas para así quitarme el “mono” de calle que tengo. Lo cierto es que cada día me encuentro un poco más segura, me manejo relativamente suelta con las muletas y la silla la conduzco mejor que un coche de verdad. En fin, que sí, podría animarme a salir a que me diera el aire, y aunque todavía es mejor tener la “pata” en alto, tampoco pasaría nada por llevarla un rato hacia abajo. Vamos, que yo firmaba ahora mismo por irme a la calle YA.

¿Cuál es el problema entonces? Las obras de mi calle.
 
 

 Las dos veces que he tenido que ir al Hospital a revisión desde que estoy en casa mi salida ha sido una película. El garaje lo tenemos inutilizado desde hace semanas así que el coche está aparcado donde se puede, que vivir en el centro de Antequera y no tener una plaza de garaje disponible es otra película. Como digo, el coche se aparca en cualquier calle,  así que alguien de casa tiene que traerlo y aparcarlo en la calle de al lado mientras yo salgo y ando con muletas entre escombros, por supuesto bien custodiada por otra alma caritativa de mi casa, hasta llegar a un trozo de suelo firme que permita sentarme en la silla e ir hasta el coche, donde ya hay una fila de vehículos tras él, con dueños cabreados dejando oír sus sonoros cláxones. Vamos al hospital, volvemos y vuelta a lo mismo. Terminamos agotados, no solo yo.
 
 

Las obras comenzaron en Septiembre, a principios creo recordar, después de mucho esperar a que por fin se arreglase un suelo que ya había provocado más de una caída, estaba fatal. Pero tantos meses me parece algo inaudito para una sola calle. Cuentan muchas historias acerca de los obreros que están trabajando, que sin son del PER, que si no son albañiles, que si son de un curso…, no sé, teniendo en cuenta la paralización de obras que recorre España entera – las obras del metro de Málaga están paradas hasta sabe Dios cuando – aquí pensamos que es la única que se hace en todo el país y nos preguntamos cómo han podido hacer esto ahora, que ya no nos extrañaría que fueran los Hermanos Marx quienes estuvieran trabajando ahí abajo. A veces, a juzgar por los chistes que se cuentan y la tranquilidad que se toman colocando ladrillos es esto lo que parece. La verdad es que hacía falta un arreglo de la calle, tal vez no un arreglo que durara tanto pero si hacía falta. Ahora, a mí no ha podido pillarme en peor momento. Y es que si monto un circo…
 
 

Así que le digo a todo el mundo que no sé cuándo podré salir. Todos los días pregunto por los progresos que se hacen- no puedo asomarme bien a ver la calle- y todos los días me responden lo mismo: “Ahí va, ya mismo tienen colocado un par de metros más”. Bueno, algo es algo, ¿no? Mi vecina dice que estará lista para Marzo. “Anda, cuando termine mi reposo más o menos”, digo yo. En mi casa, que conocen un poco mi inquietud callejera, se apresuran a decir: “No, mujer, que todos los días van avanzando un poco más.” Bueno, tal vez sea una suerte que no pueda asomarme a verlos.

Mientras tanto he pedido a mi hijo que me hiciera estas fotos para que os hagáis una idea. Lástima que con ellas no podáis oír el ruido de las maquinitas de la obra funcionando todo el día. Pero bueno, ese ya es otro tema.

 

 

 

 

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Sentada en reposo


Día de Navidad:

Unos débiles rayos de sol entran por la ventana después de un amanecer lluvioso y frío. La noche ha sido movidita en mi calle, unos vecinos decidieron “deleitarnos” con todo un repertorio de canciones que a medida que avanzaban los minutos, sin duda debido al alcohol que estaba regando la gran fiesta, eran más y más ruidosas, desde “El novio de la muerte” pasando por la mejor discografía coplera de todos los tiempos y claro, como no, algún que otro villancico. A las cinco y medía terminaron, no sé si porque las copitas les dieron sueño, o porque se quedaron roncos de tanto cantar o tal vez porque ya no se sabían más canciones. Hasta esa hora estuvimos pensando en decirles algo, al menos que cerraran la ventana, que celebrar la Navidad está muy bien pero ser un capullo maleducado con tus vecinos, en una calle tan estrecha que podrías tocar el edificio de enfrente desde tu balcón, pues la verdad, no me parece muy solidario es estas fechas. Al final no les dijimos nada, ¿para qué?, ¿para qué nos respondiesen excusas con sus voces etílicas y risueñas?

Pero ahora, mediodía, el silencio inunda todo. Estoy sentada en el sillón junto a la ventana y disfruto con esas motitas doradas que el sol descarga sobre mí. Creo que nunca había estado sentada aquí tanto tiempo antes, en este sillón de Ikea que compramos el verano pasado; ahora llevo semanas y me esperan muchas más. La perspectiva no me anima demasiado. A cada minuto me propongo hacer muchas cosas, cosas que pueda realizar sentada porque tengo horas al día para eso, pero me domina una especie de tristeza perezosa que espero superar pronto.  No tener autonomía es un poco frustrante. Me voy manejando mejor con las muletas pero por muchos paseos que me doy con ellas sigo dependiendo de los demás para coger libros, mandos, cojines, o enchufar una estufa, por ejemplo. Además, estoy tan acostumbrada a salir a la calle a caminar, a nadar,  a clases, etc.… que los días se me hacen interminables. Quiero crearme una rutina creativa para aprovechar esas horas muertas, lo necesito para no pasarme el rato contando las semanas que me quedan por estar así.

El sol se esconde entre algunas nubes. Un par de pájaros cuya especie no conozco se han posado en mi balcón y beben de unos charquitos de lluvia que la noche ha dejado sobre el suelo. Me entretengo viéndolos hasta que un movimiento mío los aleja. Salen volando hacia el cielo gris que amenaza con descargar otra tanda de gotas. A pesar de mis propósitos sobre ver el lado positivo de las cosas no puedo evitar sentir nostalgia mientras recuerdo el recorrido de mis caminatas diarias, el aire frio del invierno en mi cara y la sensación de libertad en mis pies.

 

 

 

 

sábado, 15 de diciembre de 2012

Reflexiones con la "pata en reposo".


 
Mi madre solía decir: Cuando las cosas están de Dios…. Solía referirse a que cuando algo pasaba era porque había sido inevitable. Llevo toda la semana con la dichosa frasecita en la cabeza, seguramente porque al final los años hacen que una se dé cuenta de que las madres siempre tienen razón. Y es que cuando repaso los acontecimientos del sábado día 8 de este mes, no puedo sino pensar que Dios, el destino, el cosmos…, en fin, a ver si puedo explicarlo mejor así:

 Amaneció un día precioso en Antequera. Nada más levantarme y mirar por la ventana supe que era uno de esos días de invierno donde el sol invita a salir a pasear, a tomar algo o a hacer senderismo. Estaba deseando enseñar a mi hijo, que estaba en casa pasando el puente de la Inmaculada, la Ruta del Aceite, sitio que nos encanta y que siempre que podemos visitamos. Pero por otra parte, tenía muchas cosas qué hacer: compras, poner el Árbol de Navidad, planchar alguna cosilla para los niños, arreglarme el pelo…No tenía muy claro qué hacer, estuve más de veinte minutos dándole vueltas a la cabeza mientras trataba de decidirme, hasta que al final me dije: "qué porras, vámonos y ya haremos todo a la vuelta".

Así que en un pis-pas preparé unos bocatas y fuimos en coche hasta Doña Mencía, pueblecito de la provincia de Córdoba desde donde nos gusta comenzar la caminata. Anduvimos hasta Zuheros, otro pueblo en mitad de la ruta en el que nunca habíamos entrado. Es precioso, tanto que me harté de hacer fotos durante la hora de la comida, supongo que dentro de poco haré una entrada con ellas y os hablaré sobre el lugar, que realmente merece la pena visitar.

Volvíamos ya de vuelta cuando se me ocurrió mirar la hora y vi que eran solo las tres y algo. Loren me dijo que fuéramos a tomar un café pero yo pensé que era pronto, que todavía quedaban un par de buenas horas de luz para seguir curioseando por el lugar. Recuerdo que me dije: “uf, mejor irnos ya y llegar a tiempo a casa, con tranquilidad”, pero como se estaba muy bien allí ¿por qué ir a tomar café en vez de seguir caminando un rato más? Además descubrimos una especie de “concurso aventuras” que se estaba realizando por allí. Se trataba de ir superando pruebas, desde carreras a pie y en bici hasta escalada, patinaje y no sé qué más cosas hasta completar ochenta o noventa kilómetros. La mayoría de los participantes eran jóvenes, chicos y chicas, impresionantemente atléticos, moviéndose por aquellos parajes como si en realidad no les costase esfuerzo alguno; también vimos a algún que otro cuarentón, no creáis, que hay gente mayorcita muy bien entrenada. En fin, que pasamos un buen rato viendo aquello y charlando con uno de los organizadores que nos explicó un poco de que iba todo. El sol comenzó a ocultarse tras una de las montañas y el frío nos hizo querer irnos por lo que nos pusimos en marcha. Ahora sí que sí.

Bajada algo empinada llena de guijarros. Barandilla mohosa. Loren me dice: “Agárrate bien que este camino resbala”. Pero yo paso de agarrarme fuerte porque el moho me da asco, y cuando empiezo a explicarlo… ¡catacrac! Ya me he caído de culo, con la mala suerte que la pierna hace un giro extraño y suena como cuando partes una rama con todas tus fuerzas. Lo siguiente que recuerdo es ver cómo tenía el pie colgando y un dolor que da risa a los dos partos que he tenido.

No voy a contar la odisea que siguió después, de cómo Loren tuvo que correr siete kilómetros hasta el lugar donde estaba aparcado el coche, ni los veinte o treinta minutos que estuve sentada en el borde la carretera, muerta de frío, mientras mi hijo intentaba calmarme. Tampoco voy a hablaros del viaje a Antequera- todavía tengo pesadillas sobre eso- ni las horas que siguieron en el hospital a base de pruebas, radiografías, etc.… que terminaron con una operación donde me colocaron una placa. Y no, nanay de aburriros contando que la epidural me provocó una cefalea por la que al final he tenido que estar en el hospital más días de la cuenta, es decir, que en vez de estar en casa el lunes no me han dado el alta hasta el jueves.

En fin, no voy a cansar a nadie con mis cuitas, que ya bastante me canso yo misma. El motivo de hacer esta entrada ha sido no tanto explicaros el por qué he estado “missing” tantos días, sino también para constatar, tal como seguramente sabía mi madre, que la vida consiste en tomar una serie de decisiones al día, minuto tras minuto, que hacen que ellas sean las que decidan el destino de los acontecimientos. No he dejado de lamentar en estos días no haberme quedado en casa aquella mañana- con tantas cosas que quería hacer-, no haber accedido a aquel café y por supuesto no haber agarrado la barandilla por esa especie de asco que ahora mismo me resulta patético. Pero ya no hay vuelta atrás, cuando las cosas pasan es porque hemos estado tomando decisiones, en cuestión de segundos a veces, acertadas o no, que nos han llevado al presente.
Acojona un poco, ¿verdad?

 

 

sábado, 1 de diciembre de 2012

StarWars en Diciembre


Ya lo anticipaba hace unos días. “StarWars” iba a llegar a Antequera a primeros de Diciembre. Pues bien, no se ha hecho de esperar. El frío no ha impedido que por nuestras calles se paseen “los malos” de la famosa saga de George Lucas, demostrándonos que todavía tienen un gran poder sobre nosotros. Un desfile de soldados encabezados por un Darth Vader que incluso nos dejaba oír su típica respiración y acompañados por una banda que interpretaba las archiconocidas canciones de la banda sonora, todo ello sazonado por un público que ha estado encantado de verlos pasar y que hacía fotos todo el rato.
 
 
 

Las imágenes que muestro están hechas con el móvil y no están tan bien como yo hubiera querido, la verdad es que están bastante borrosas, pero al menos al verlas podemos hacernos una idea del “festival galáctico” que se ha montado en el pueblo.
 
 
 

Una pena que no hayan traído también a Harrison Ford.