Me pregunta
mucha gente el por qué no salgo a dar un paseo en muletas o en silla de
ruedas para así quitarme el “mono” de calle que tengo. Lo cierto
es que cada día me encuentro un poco más segura, me manejo relativamente suelta con
las muletas y la silla la conduzco mejor que un coche de verdad. En fin, que
sí, podría animarme a salir a que me diera el aire, y aunque todavía es mejor
tener la “pata” en alto, tampoco pasaría nada por llevarla un rato hacia abajo.
Vamos, que yo firmaba ahora mismo por irme a la calle YA.
¿Cuál es el
problema entonces? Las obras de mi calle.
Las dos veces que he tenido que ir al Hospital
a revisión desde que estoy en casa mi salida ha sido una película. El garaje lo
tenemos inutilizado desde hace semanas así que el coche está aparcado donde se
puede, que vivir en el centro de Antequera y no tener una plaza de garaje disponible
es otra película. Como digo, el coche se aparca en cualquier calle, así que alguien de casa tiene
que traerlo y aparcarlo en la calle de al lado mientras yo salgo y ando con
muletas entre escombros, por supuesto bien custodiada por otra alma caritativa
de mi casa, hasta llegar a un trozo de suelo firme que permita sentarme en la
silla e ir hasta el coche, donde ya hay una fila de vehículos tras él, con
dueños cabreados dejando oír sus sonoros cláxones. Vamos al hospital, volvemos
y vuelta a lo mismo. Terminamos agotados, no solo yo.
Las obras
comenzaron en Septiembre, a principios creo recordar, después de mucho esperar
a que por fin se arreglase un suelo que ya había provocado más de una caída,
estaba fatal. Pero tantos meses me parece algo inaudito para una sola calle.
Cuentan muchas historias acerca de los obreros que están trabajando, que sin
son del PER, que si no son albañiles, que si son de un curso…, no sé, teniendo
en cuenta la paralización de obras que recorre España entera – las obras del
metro de Málaga están paradas hasta sabe Dios cuando – aquí pensamos que es la única que se hace en todo el país y nos preguntamos cómo han podido hacer esto ahora, que ya no nos extrañaría que fueran los
Hermanos Marx quienes estuvieran trabajando ahí abajo. A veces, a
juzgar por los chistes que se cuentan y la tranquilidad que se toman colocando
ladrillos es esto lo que parece. La verdad es que hacía falta un arreglo de la
calle, tal vez no un arreglo que durara tanto pero si hacía falta. Ahora, a mí
no ha podido pillarme en peor momento. Y es que si monto un circo…
Así que le
digo a todo el mundo que no sé cuándo podré salir. Todos los días pregunto por
los progresos que se hacen- no puedo asomarme bien a ver la calle- y todos los
días me responden lo mismo: “Ahí va, ya mismo tienen colocado un par de metros
más”. Bueno, algo es algo, ¿no? Mi vecina dice que estará lista para Marzo. “Anda,
cuando termine mi reposo más o menos”, digo yo. En mi casa, que conocen un poco
mi inquietud callejera, se apresuran a decir: “No, mujer, que todos los días
van avanzando un poco más.” Bueno, tal vez sea una suerte que no pueda asomarme
a verlos.
Mientras
tanto he pedido a mi hijo que me hiciera estas fotos para que os hagáis una
idea. Lástima que con ellas no podáis oír el ruido de las maquinitas de la obra
funcionando todo el día. Pero bueno, ese ya es otro tema.