Día de
Navidad:
Unos débiles
rayos de sol entran por la ventana después de un amanecer lluvioso y frío. La
noche ha sido movidita en mi calle, unos vecinos decidieron “deleitarnos” con
todo un repertorio de canciones que a medida que avanzaban los minutos, sin
duda debido al alcohol que estaba regando la gran fiesta, eran más y más
ruidosas, desde “El novio de la muerte” pasando por la mejor discografía
coplera de todos los tiempos y claro, como no, algún que otro villancico. A las
cinco y medía terminaron, no sé si porque las copitas les dieron sueño, o porque
se quedaron roncos de tanto cantar o tal vez porque ya no se sabían más canciones.
Hasta esa hora estuvimos pensando en decirles algo, al menos que cerraran la
ventana, que celebrar la Navidad está muy bien pero ser un capullo maleducado
con tus vecinos, en una calle tan estrecha que podrías tocar el edificio de
enfrente desde tu balcón, pues la verdad, no me parece muy solidario es estas
fechas. Al final no les dijimos nada, ¿para qué?, ¿para qué nos respondiesen
excusas con sus voces etílicas y risueñas?
Pero ahora,
mediodía, el silencio inunda todo. Estoy sentada en el sillón junto a la
ventana y disfruto con esas motitas doradas que el sol descarga sobre mí. Creo
que nunca había estado sentada aquí tanto tiempo antes, en este sillón de Ikea
que compramos el verano pasado; ahora llevo semanas y me esperan muchas más. La
perspectiva no me anima demasiado. A cada minuto me propongo hacer muchas
cosas, cosas que pueda realizar sentada porque tengo horas al día para eso,
pero me domina una especie de tristeza perezosa que espero superar pronto. No tener autonomía es un poco frustrante. Me
voy manejando mejor con las muletas pero por muchos paseos que me doy con ellas
sigo dependiendo de los demás para coger libros, mandos, cojines, o enchufar
una estufa, por ejemplo. Además, estoy tan acostumbrada a salir a la calle a
caminar, a nadar, a clases, etc.… que los días se me hacen interminables. Quiero
crearme una rutina creativa para aprovechar esas horas muertas, lo necesito
para no pasarme el rato contando las semanas que me quedan por estar así.
El sol se
esconde entre algunas nubes. Un par de pájaros cuya especie no conozco se han
posado en mi balcón y beben de unos charquitos de lluvia que la noche ha dejado
sobre el suelo. Me entretengo viéndolos hasta que un movimiento mío los aleja.
Salen volando hacia el cielo gris que amenaza con descargar otra tanda de gotas.
A pesar de mis propósitos sobre ver el lado positivo de las cosas no puedo
evitar sentir nostalgia mientras recuerdo el recorrido de mis caminatas
diarias, el aire frio del invierno en mi cara y la sensación de libertad en mis
pies.
vaya con los vecinos. es que además eso de ir armando ruido para llamar la atención y querer demostrar a todos lo bien que lo pasan y lo graciosos que son... se me antoja que no es una expresión genuina de alegría. y espero que no os hayan dado mucho más la lata con la pirotecnia.
ResponderEliminarte comprendo, es que no poder moverse con normalidad es muy frustrante. pero cuando veas que vas avanzando se te subirá mucho el ánimo. de momento ya puedes levantarte de vez en cuando. cada vez irás con más soltura, hasta que puedas volver a andar con normalidad.
besos y ánimo. ya nos seguirás contando cómo vas.
Ánimo, guapa. Aprovecha para leer, coser, ver películas... y practica con las muletas para poder aunque sea dar una vuelta a la manzana que te quite el "mono" de tus paseos.
ResponderEliminarmmmmmmmmmmmmmmmmMerche, felices fiesta, recupérate prontito, que mala pataaaaaaaa
ResponderEliminarbesos
Gracias, Chema, es cierto que cada día me veo más autónoma y eso reconforta en algo mi aburrida situación.
ResponderEliminarGeno, en cuanto me dejen saldré en cochecito de ruedas, tengo muchas ganas ;)
Besos a los dos.