martes, 21 de enero de 2014

¡Una zarzaparrilla, Flanagan!



Lejano Oeste. Una cantina sucia, llena de humo. Suena una música típica interpretada por un pianista de aspecto aburrido. La sala está ocupada por varias mesas donde unos hombres de aspecto feroz juegan al póquer mientras se miran con desconfianza. Algunos escupen en el suelo como si con ello quisieran demostrar lo temibles que son. El camarero, tras el mostrador, los observa a la vez que seca unos vasos o sirve un whisky a un parroquiano. De pronto un recién llegado irrumpe en escena y todos lo escrutan fijamente cuando va acercándose a la barra. El pianista interrumpe su canción y también se queda mirando como si esperara cualquier anécdota inmediata.

-          Sírveme una zarzaparrilla.- dice el nuevo al camarero.

La sala entera estalla en carcajadas repentinas, tan escandalosas que hasta la gente de la calle asoma sus cabezas por las ventanas para curiosear. El camarero coge una botella de whisky y la coloca sobre el mostrador con un fuerte golpe.

-          Aquí no servimos más que esto.- dice- El que quiera esa mierda de bebida para niños que se vaya el hotel de la esquina.

 

Podría seguir con la consiguiente escena de la pelea donde quedará demostrado que el desconocido no es otro que un héroe que quiere salvar a la ciudad de los malhechores y borrachos que campan a sus anchas. Seguramente disparará a unos cuantos, matándolos inmediatamente, y también recibirá algunos tiros que por supuesto no rozarán siquiera su ropa. Pero no quiero contar un western, a pesar de lo mucho que me gustan. Yo quiero hablar de la zarzaparrilla, esa palabra que he oído cientos de veces en películas del oeste americano -y en otras de otro tipo-, y que siempre me ha dejado con las ganas de conocer de que va esta bebida que es tan famosa por aquellos lares.

Al parecer la zarzaparrilla es una planta sudamericana de la que se saca una bebida parecida a la Coca-cola. Puede que haya sido esta última la que desbancara a la primera, pues a partir de los años en que Atlanta comercializó su famosa y burbujeante gama de refrescos arrojados al mundo, la zarzaparrilla pasó a ser algo minoritario de bajo consumo. Solo en algunos estados americanos y México continuó bebiéndose de forma habitual.



A pesar de que se habla de que la planta ha sido utilizada para elaborar pesticidas y otros venenos, lo cierto es que la mayoría opina que es medicinal al cien por cien. Por ejemplo, se utiliza para casos tan diferentes como impotencia sexual, reumatismo, depurativo, problemas de la piel e incluso para disminuir la acción de algunos venenos ingeridos. Últimamente también se comenta que ayuda a adelgazar, por lo que hay quien la agrega a las dietas.
 

Por si queréis probarla os dejo una receta de cerveza de zarzaparrilla que he encontrado por la red:

-          1 taza y media de extracto de raíz de zarzaparrilla (de venta en herboristerías, dicen)

-          4 tazas y media de agua

-          7 tazas de miel

-          Agua con gas

Se mezcla la hierba, la miel y el agua normal hasta formar una especie de jarabe consistente. A continuación se ponen dos cucharadas de este jarabe en un vaso de agua con gas, esta última debe estar muy fría, y se mezcla. Ya está. Como te sobrará concentrado, lo guardas en la nevera y repites las veces que quieras.  

La verdad es que cuesta creer que sirva como adelgazante con siete tazas de miel. Tal vez para esto se utilice de otra manera.

Yo voy a esperar a que alguien la pruebe y me cuente, jajajaja..

 

viernes, 17 de enero de 2014

Lo que nunca se pierde.


Si hay algo que una aprende con los años es que la infancia es algo que te acompaña mientras vivas. Ya puedes haber tenido miles de experiencias, cambiando tu entorno con nuevas personas, o crearte una vida totalmente diferente; esa personita que un día fuiste acaba volviendo de vez en cuando para recordarte quien eres en realidad. Parece mentira que unos cuantos años puedan marcarte tanto pero es así.
 

Estos días estoy encontrando a mucha gente que estuvo conmigo durante aquellos años de infancia gracias al Facebook. Son personas que llevo muchos años sin ver, casi olvidadas ya por mis retinas, pero que al reencontrarlas han vuelto a ocupar un lugar en ese corazoncito donde todavía reina una niña que iba al colegio con un par de trenzas.

Compartieron conmigo tantas horas al día, tantos días al año, tantos años al fin…, que aunque ahora creo que son pocos, entonces me parecieron muchos e interminables, no por ellas, sino por las clases, los deberes diarios, los profesores que no nos dejaban en paz…

Ellas, esas personas, fueron mis compañeros de andadura en un camino lleno de rutinas que el destino nos hacía recorrer un día y otro. Compartíamos juegos y risas, lápices o chucherías. También nos intercambiábamos los nervios ante un examen o las miradas cómplices cuando un profesor tenía un mal día. A veces nos peleábamos por cosas que ya no recuerdo y minutos más tarde hacíamos las paces en el pasillo, donde nos castigaban por habernos portado mal. Conocíamos lo verdaderamente importante de cada uno, como su color preferido, el cantante que ocupaba una pared de su cuarto en forma de poster o la marca de chicles que solía llevar en la cartera. Lo demás, quienes eran sus padres y a que se dedicaban,  el número de hermanos con los que tenían que compartir el baño y la calidad de sus ropas, carecían de valor. Solo interesaba el conjunto que formábamos, respirando juntos en un espacio que hacíamos nuestro.


Fuimos creciendo mientras encontramos atajos en el camino; lógicamente cada uno fue por un lado en busca de otros destinos que esperaban por nosotros. Unos se quedaron cerca, observando los cambios de los otros en el día a día, alegrándose por sus triunfos o lamentando las penalidades. Otros se alejaron tanto que olvidaron el sendero inicial, perdiendo de vista cualquier rastro y haciendo que el resto no supiera de ellos. Pero todos conservamos esos recuerdos de una época donde aprendimos a vivir. Y eso es lo que todavía nos une.

Gracias a todos y todas por devolverme mi niñez.



 

domingo, 12 de enero de 2014

Fin de semana de comics


Rafa, un compañero del Taller Literario, me acompañó la otra tarde a la biblioteca a elegir unos comics. Entiende bastante de este tema, además de escribir y dibujar muy bien, por lo que es un placer dejarse aconsejar por sus gustos. Y he aquí lo que me traje a casa y he devorado en este fin de semana.
 

Persépolis es una obra muy conocida a nivel internacional. Su autora, Marjane Satrapi, es una iraní que vive en Francia. Aquí nos cuenta su biografía a la vez que nos muestra la historia de su país, la situación política que ha atravesado durante los últimos años y por supuesto la realidad de las mujeres en el ambiente de fanatismo religioso del que sus propios padres querían alejarla. Es crítica, pero también emotiva y divertida, hasta el punto que no puedes dejar de leerla hasta acabar y luego, claro, la echas de menos y quisieras seguir con ella.

 

Contrato con Dios, de Will Eisner, es una trilogía que reúne varias historias cotidianas de un barrio de Nueva York. En sus páginas, los personajes van viviendo las dificultades y alegrías que les depara el mundo de los años 30. Crían a sus hijos, trabajan en lo que pueden, discuten, alternan con sus vecinos, y todo esto mientras sueñan con una vida mejor que intuyen fuera de los bloques de pisos que forman su hábitat natural. La historia me ha recordado a Dos Passos y su famoso Manhattan Transfer. Los dibujos son excepcionales a mí entender.



He dejado para el último Maus de Art Spiegelman porque fue el primero que leí de los tres y quizás el que más me ha extasiado. También con tintes autobiográficos, el autor nos presenta a su padre- Vladek- en la primera página, para que vayamos conociendo al personaje central de la historia. Y así, mientras el hijo va tomando notas, el padre comienza a contarnos su juventud en una Polonia que pronto se ve castigada por los nazis y que él tendrá que sobrellevar con todos sus parientes judíos. Continuamente vamos saltando del pasado a la actualidad sin dejar de lado a Vladek, con esa forma de ser tan particular que al final se te hace entrañable. Ha sido un gustazo para mí conocer a este dibujante y escritor así que intentaré buscar más obras suyas.



Gracias, Rafa.

miércoles, 8 de enero de 2014

Aventura en las rebajas




Desde hace unos años, cuando empezaron a invadirnos las franquicias en tiendas, las rebajas han perdido parte de su encanto. Si quitamos las tiendas de toda la vida, esas que lamentablemente van desapareciendo de nuestras ciudades, el resto parece una burla.

Le pasó a mi amiga Estela el otro día. Le encantó un chaquetón de una de esas franquicias- Stradivarius, Bershka, Pull and Bear…, qué más da, cualquiera de ellas- y se lo probó para asegurarse de que era el elegido. Se quedó con la talla, el color, etc.. para poder comprárselo dos días después en las rebajas. Y he aquí que el día en cuestión llega a la tienda, coge el chaquetón y ve que tiene el mismo precio. Pregunta a la dependienta y esta le dice que esa prenda es de “Nueva Temporada”. ¿Cómo de nueva temporada? ¡Pero si estaba aquí hace dos días! Además es un chaquetón de invierno. ¿Qué nueva temporada es esa? ¿Primavera? Porque si es así, un chaquetón no pega nada. Ah, pero no, estas tiendas se han inventado una temporada sin nombre donde no es invierno pero tampoco otra cosa, es decir, que es lo mismo pero diferente. Cuando Estela miró lo que estaba rebajado, no vio nada de días anteriores. En su lugar había ropa que parecía de otros años, pasada de moda, montones de camisas, jerséis, vestidos y chaquetas que más parecían de su abuela. ¿De dónde habéis sacado esto, chiquilla? ¿Del baúl de “Cuéntame cómo pasó”?

¿Nos toman el pelo? Yo creo que sí.