Si hay algo que una aprende con los años es que la
infancia es algo que te acompaña mientras vivas. Ya puedes haber tenido miles
de experiencias, cambiando tu entorno con nuevas personas, o crearte una vida
totalmente diferente; esa personita que un día fuiste acaba volviendo de vez en
cuando para recordarte quien eres en realidad. Parece mentira que unos cuantos
años puedan marcarte tanto pero es así.
Estos días estoy encontrando a mucha gente que estuvo
conmigo durante aquellos años de infancia gracias al Facebook. Son personas que
llevo muchos años sin ver, casi olvidadas ya por mis retinas, pero que al
reencontrarlas han vuelto a ocupar un lugar en ese corazoncito donde todavía
reina una niña que iba al colegio con un par de trenzas.
Compartieron conmigo tantas horas al día, tantos
días al año, tantos años al fin…, que aunque ahora creo que son pocos, entonces
me parecieron muchos e interminables, no por ellas, sino por las clases, los
deberes diarios, los profesores que no nos dejaban en paz…
Ellas, esas personas, fueron mis compañeros de
andadura en un camino lleno de rutinas que el destino nos hacía recorrer un día
y otro. Compartíamos juegos y risas, lápices o chucherías. También nos
intercambiábamos los nervios ante un examen o las miradas cómplices cuando un
profesor tenía un mal día. A veces nos peleábamos por cosas que ya no recuerdo
y minutos más tarde hacíamos las paces en el pasillo, donde nos castigaban por
habernos portado mal. Conocíamos lo verdaderamente importante de cada uno, como
su color preferido, el cantante que ocupaba una pared de su cuarto en forma de
poster o la marca de chicles que solía llevar en la cartera. Lo demás, quienes
eran sus padres y a que se dedicaban, el
número de hermanos con los que tenían que compartir el baño y la calidad de sus
ropas, carecían de valor. Solo interesaba el conjunto que formábamos,
respirando juntos en un espacio que hacíamos nuestro.
Fuimos creciendo mientras encontramos atajos en el
camino; lógicamente cada uno fue por un lado en busca de otros destinos que
esperaban por nosotros. Unos se quedaron cerca, observando los cambios de los
otros en el día a día, alegrándose por sus triunfos o lamentando las
penalidades. Otros se alejaron tanto que olvidaron el sendero inicial, perdiendo
de vista cualquier rastro y haciendo que el resto no supiera de ellos. Pero
todos conservamos esos recuerdos de una época donde aprendimos a vivir. Y eso
es lo que todavía nos une.
estoy totalmente de acuerdo. la infancia y la adolescencia es lo que más marca. hace tres meses tuve una cena de antiguos alumnos del colegio, y fue algo verdaderamente mágico. suena a tópico, pero es como si no hubiera pasado el tiempo.
ResponderEliminarmis compañeros del colegio tenían personalidades muy marcadas, cada uno era un mundo. en cambio, en la universidad la gente me parecía muy insulsa, como si todos estuvieran hechos a molde, y eso que era una universidad pública. claro que los ingenieros, en general, no se caracterizan por ser gente muy divertida. en cualquier caso, en el colegio la gente se mostraba tal como era, allí éramos todos como una familia.
preciosa entrada. besos, merchi!!
jajaja, Chema, me ha hecho gracia lo que dices de los ingenieros, yo tengo algunos en la familia, jejeje... Yo estoy deseando reencontrarme con esa gente de la que hablo para darles un abrazo ;) Besitos.
EliminarComo Chema, yo también tuve hace un tiempo un reencuentro con esos compañeros de colegio y, aunque en un primer momento piensas que puede ser algo incómodo teniendo en cuenta la de años que han pasado ¡para nada! Es como si nos hubieramos visto el día anterior jejejej
ResponderEliminarEspero que para nosotros sea lo mismo, debe ser muy bonito. Besitos, guapa.
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