Hoy he estado paseando por El Palo, ese barrio
malagueño cuya playa y sus numerosos restaurantes de pescadito frito son visita
obligada si vas por allí. Entre las muchas voces que mis oídos iban captando, me ha llegado una que de repente ha mencionado
un nombre, consiguiendo transportarme al pasado. Porque hacía muchos, muchos
años que no me acordaba del Piyayo. En realidad es más que un nombre. Fue un
poema muy entrañable en mi infancia. ¿Quién de mi generación no tiene bien
aprendido en su cerebro aquello de “¿Tú conoces al Piyayo?, un viejecillo
renegro, reseco y chicuelo…?"
Lo escribió José Carlos de Luna, un poeta malagueño
que con sus obras paseó el andalucismo por toda España. Escribió siempre sobre costumbres
y personajes significativos de su época –nació en 1890 y murió en 1965. Le
gustaba el humor y lo dejaba entrever tanto en sus poemas como en los artículos
que firmaba en diferentes periódicos nacionales. Sin duda su oda más conocida
es El Piyayo, con el que quiso retratar a un paisano muy conocido en la ciudad.
Este “viejecillo renegro, reseco y chicuelo…” fue en
realidad Rafael Flores Nieto, un gitano que nació en Málaga en 1864, en el
famoso barrio de El Perchel. La gente lo conocía por El Piyayo cuando iba
cantando y tocando la guitarra por las calles, vendiendo alguna que otra
cosilla y haciendo amistad con todos. Dicen que las canciones
que interpretaba eran suyas, las llamó Cantes del Piyayo. En realidad eran una mezcla de
tango y guajira, algo que junto al contenido de estas sugiere que estuvo encarcelado
en Cuba durante la guerra. Son muchas las anécdotas que se cuentan de él,
aunque lo más significativo sin duda fue el hermoso recuerdo que la gente ha
guardado siempre de su persona. Murió en 1940 y desde entonces los malagueños
lo han tenido en cuenta en muchas ocasiones. No solo José Carlos de Luna
escribió sobre él, también hay una película de 1956 que trata sobre su vida y
el ayuntamiento le ha hecho distintos homenajes. Con su nombre hay un
restaurante, una peña flamenca y unos premios culturales, amén de otros actos
dedicados al flamenco.
Por si esto fuera poco, el poema de José Carlos de
Luna está considerado como uno de los más recitados en lengua castellana.
Aunque lo podéis encontrar en muchos sitios por la
red, os lo dejo aquí por si os interesa leerlo y - esto solo algunos- regresar a
la EGB.
¿Tú conoces al Piyayo,
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo,
la mirada de gallo,
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso. . . ,
que pide limosna por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos...?
¡A chufla lo toma la gente,
y a mí me da pena
y me causa un respeto imponente!
Ata a su cuerpo una guitarra,
que chilla como una corneja,
y zumba como una chicharra
y tiene arrumacos de vieja
pelleja.
Yo le he visto cantando,
babeando
de rabia y de vino,
bailando
con saltos felinos,
tocando, a zarpazos,
los acordes de un viejo "tangazo".
Y el endeble Piyayo jadea,
y suda... y renquea.
Y a sus contorsiones de ardilla
hace son la sucia calderilla.
¡A chufla lo toma la gente!
A mi me da pena
y me causa un respeto imponente.
Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardientillo...,
y su pan y el de sus nietecillos:
"churumbeles" con greñas de alambre
y panzas de sapo,
que aúllan de hambre,
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña,
sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña;
sin mas sombra que la de su abuelo...
¡Poca sombra porque es tan chicuelo!
En El Altozano
tiene un cuchitril
-¡y a las vigas alcanza la mano!-
y por lumbre y por luz un candil.
Vacía las alforjas
-que son sus bolsillos-.
Bostezando, los siete chiquillos
se agrupan riendo.
Y entre carantoñas les va repartiendo
pan y pescao frito,
con la parsimonia de un antiguo rito:
-¡Chavales!
¡Pan de flor de harina!...
Mascarlo despasio.
Mejó no se come en palasio.
Y este pescaito ¿no es ná?
¡Sacao uno a uno del fondo der má!
¡Gloria pura é!
Así... despasito,
muy remascaito.
¡No llores, Manuela!
Tú no pués, porque no tienes muelas.
¡Es tan chiquitita
mi niña bonita!...
Así despasito,
Muy remascaíto,
migaja a migaja -que dure-,
le van dando fin
a los cinco reales que costó el festín.
Luego, entre guiñapos, durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos,
la Virgen María contempla al Piyayo
riendo.
Y hay un ángel rubio que besa la frente
de cada gitano chiquito.
¡A chufla lo toma la gente!...
¡A mí me da pena
y me causa un respeto imponente!
Entrañable, al menos para mí.
me encantan estas historias, sirven para imaginarse cómo era la vida en españa antiguamente.
ResponderEliminarel poema es muy costumbrista y simpático. y sí, como bien dices, en nuestros libros de lengua venían fragmentos de poemas y todo tipo de obras literarias. tuve un libro que se titulaba 'con el viento...' en el que venían clasificados por zonas geográficas. ésta habría estado en el capítulo de andalucía, claro, jeje.
besitos, merchi!!
Tú es que eres más joven que yo, Chema. En mis años de colegio leíamos mucho este poema y nos gustaba por lo gracioso que nos resultaba, tan diferente a otros mucho más serios. Hace unos años, en una reunión de gente de mi edad, alguien lo menciono y hubo alguno que incluso se lo sabía de memoria, jajajaja... Besitos, Chema.
ResponderEliminarSe hace preciso aclarar que el poema de José Carlos de Luna, aunque antológico y entrañable, no recoge en absoluto la figura real de Rafael Flores Nieto sino la de José Gavira Navarrete "El Rabúo", personaje antítesis del ayténtico. Mientras que Rafael era un artista creador respetado y querido, José Gavira fue un pordiosero, borrachín, soez con las mujeres.
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