Cuentan que un
8 de Marzo de 1857, las obreras de una fábrica de Nueva York se manifestaron
para protestar contra la injusticia de la desigualdad de condiciones y sueldos
que padecían frente a sus compañeros masculinos. Al parecer el dueño de la
fábrica decidió prender fuego al edificio por lo que 129 mujeres murieron sin
que se pudieran atender sus ruegos. Nadie sabe si la historia de esta fecha y
este lugar en concreto sucedió en verdad, pero eso poco importa pues durante todo el siglo XX hubo sucesos parecidos que ocurrieron en distintos lugares del
mundo cuando algún grupo de mujeres decidió reivindicar sus derechos. A lo
largo de los siglos, la mujer ha sido siempre la victima perfecta de cada
momento político, de cada guerra, de cada penuria y en definitiva de todos los
defectos que nuestra sociedad ha ido padeciendo.
Han pasado
muchos años desde que algunas mujeres comprendieran que había que luchar por
equipararse a los hombres, muchos años de lucha y reclamaciones que han ido
avanzando muy lentamente, la mayoría de las veces teniendo que recular gracias
a movimientos políticos o religiosos que frenaban cada paso hacia adelante. Sin
embargo, miles de mujeres valientes continuaron reclamando esa igualdad soñada
pese a las humillaciones, maltratos y en algunos casos incluso muertes. Fueron
ellas las que nos regalaron un día especial para reclamar nuestros derechos y
gritarle al mundo que merecemos la misma consideración que los hombres.
Desde entonces
ha llovido mucho. A veces me pregunto que pensarían esas señoras sufragistas
que lucharon por mejorar nuestras condiciones de vida si nos vieran ahora.
Imagino que notarían un notable cambio, al menos en los países occidentales la
constitución nos ampara y nos equipara a los hombres en igualdad de
oportunidades y derechos. Sin embargo, como todos sabemos, la teoría es muy
bonita, sobre todo cuando los políticos se llenan la boca con ella, y este es un
tema que cada partido suele utilizar a su antojo. La realidad es que todavía
hay diferencias entre hombre y mujer en el mundo laboral. A las mujeres que
vamos a solicitar un puesto de trabajo aún nos preguntan si estamos casadas, si pensamos
tener hijos o incluso –aunque parezca mentira- si los cambios hormonales afectan
a nuestro rendimiento. En esto España se lleva la palma a pesar de que durante
muchos años hemos tenido ministras que se rasgaban la camisa alegando lo
feministas que eran.
¿Y qué dirían
esas sufragistas de nuestros maravillosos anuncios de televisión? De esas esqueléticas
modelos de dieciséis años que nos bailan para vender compresas, o de las que se
irritan en extremo porque la mampara del baño nunca queda totalmente limpia. Y
saliendo de los anuncios, de esas presentadoras con minifalda o de algunos necios
personajes femeninos que pululan por los programas, anteponiéndolos a grandes y
excelentes mujeres a las que nunca dan cobertura. Bonito ejemplo para las
generaciones futuras.
Pero si salimos
de España y del mundo occidental, donde todavía hay mucho que pelear, difícilmente
podemos sentirnos satisfechas. Porque en otros países las mujeres siguen
viviendo en la Edad Media, cubiertos sus rostros, sin derecho a otra cosa que
no sea la voluntad de los hombres que las rodean, castigadas y maltratadas, muriendo en los
partos, violadas, asesinadas en muchos casos por sus propios familiares…
Mujeres sin voz, sin rostro, sin vida…
No sé si este
día es bueno o no. No me interesa mucho un día donde los políticos salen a
decirnos cuanto se acuerdan de las mujeres para luego seguir en las mismas. Se
han habituado a seguirnos la corriente, a alabarnos para tenernos contentas, a llamarse
nuestros defensores y mostrarse en exceso amantes de nuestra causa. Pero las
palabras se las lleva el viento y mientras tanto, ya digo que hay mucho que
hacer todavía.
y tanto que queda mucho por hacer, merchi. cuando acabé la carrera leí unos libros sobre cómo hacer el curriculum y la entrevista de trabajo, escritos por un presunto experto en recursos humanos. entre otras muchas, muchísimas sandeces, decía que en las empresas preferían que los hombres fueran casados, ya que eso denotaba una vida estable; y que las mujeres fueran solteras, porque de eso modo se podían dedicar plenamente a la empresa. y el autor lo explicaba de una manera en la que se intuía que apoyaba esa idea. eso me llegó al alma y siempre lo cuento...
ResponderEliminarPuede ser una sandez pero es la realidad diaria del mundo laboral en este país. A mí me han preguntado tantas idioteces en las entrevistas de trabajo que dan para escribir un libro. Lamentablemente, tengo qué decir que muchas de esas entrevistas me la han hecho mujeres. Y este es otro tema del que habría que hablar, lo poco solidarias que solemos ser unas con otras. Así nos va. Pero bueno, esa es otra historia.
ResponderEliminar