lunes, 24 de septiembre de 2012

La ciudad de los grafitis


Si hay algo que no me gusta de Cáceres es la cantidad de grafitis que te encuentras por las calles. Teniendo en cuenta que es una ciudad turística cuyo centro histórico está muy bien cuidado, ¿por qué no hacen lo mismo con el resto de la ciudad? Ya sé que hay muchos que ven los grafitis como arte, pero yo sinceramente no. Me resultan feos y antiestéticos. Y cada vez que voy a Cáceres es que me pongo un poco de los nervios. Fijaos en esto:
 
 
 
 
 
 
 

Comercios, tiendas, negocios…
 
 
 
 

No se libran ni los kioscos.
 
 

Para mí que afean muchísimo una ciudad que es preciosa, señorial y como ya he dicho en la entrada anterior, llena de zonas verdes. Parece que hay gente allí que disfruta llenando cada pared, muro, puerta, en fin, cada trozo libre que encuentra, como si fueran suyos. Me parece lamentable. Y no debo ser la única que lo piense. Suelo moverme mucho por allí haciendo fotos y es muy normal que escuche cosas como: ¡Qué cosa más fea!, ¡Qué descuidado!, etc… Incluso tuve que reírme el otro día cuando oí a un niño que le decía a su madre: ¡Mira, mami, la ciudad de los grafitis!

lunes, 17 de septiembre de 2012

Visitando parques


La semana pasada pasé unos días en Cáceres de nuevo. Creo haber dicho ya aquí que Cáceres me encanta. Es una ciudad no demasiado grande pero que tiene todo lo que tiene que tener. El centro histórico es digno de admirar, se come estupendamente y encima es relativamente barata. Para colmo la gente es agradable y hay un montón de sitios donde caminar. Esto último es algo que siempre trato de encontrar allá donde voy puesto que intento no dejar mis caminatas diarias. Cáceres parece aprovechar cualquier espacio para colocar zonas verdes, algo que el visitante agradece sobre todo en verano. Por todas partes puedes sentarte a la sombra de uno de los muchos árboles que viven en la ciudad. Aparte de eso, tiene varios parques y plazas, decorados con otros cientos de árboles que son lugares de recreo para compartir con la familia o amigos. Es una de las cosas que más llama la atención cuando estás allí, todos esos enormes árboles entre jardines que dan sombra en verano y protegen del frío en invierno.
 Este es el Parque del Rodeo, uno de los más bonitos:
Muchas zonas verdes para pasear
 
Lagos y fuentes por todas partes
 
Otra fuente en cascada
 
Me encantó este muro de piedra rodeando el parque
 
Vistas del barrio que lo rodea
 
 
Vistas a lo lejos desde uno de los muros
 
Caminito bordeando el lago
 
De noche, ideal para ver las estrellas

Y este otro es el Parque del Príncipe, algo más "salvaje"y natural:
Son curiosas las esculturas entre las zonas verdes
 
 
 
Caminos para recorrer el parque y hacer unos kilometros
 
Aquí también hay lagos y fuentes
 
 
 
 
 
Fuera del camino, plena naturaleza.
 
 
Multitud de árboles
 
Una de las piscinas del parque tras el bar
 
Escultura dedicada a los ciclistas
 
 
Me encantó ver a Don Quijote haciendo "filigranas"
 
Como veis, estoy encantada con esta ciudad aunque hay algo que no me gusta nada, algo que me parece aberrante y que creo que las autoridades cacereñas deberían prohibir. Pero bueno, os lo mostraré en la próxima entrada

jueves, 6 de septiembre de 2012

La pintada que veo cada día


Hay un bloque de pisos frente a mi casa que casi puedo tocar con las manos. El bajo es una administración de loterías cuya dueña procura tener bien limpio todo lo que la rodea, esto es: la acera, las paredes, los escalones que suben a su puerta… La veo regar a menudo los pipis que los perros van dejando, cosa que es de agradecer teniendo en cuenta que ella no tiene perro. Imagino que cuida la imagen de su local y es por ello que no entiendo mucho por qué esta pintada lleva meses en un lateral de su fachada.
 

Supongo que le ha gustado o tal vez piense que de quitarla alguien se atrevería a poner algo todavía peor. No tengo ni idea. La frase en sí es un misterio. ¿La persona que la escribió lo hizo en un momento romántico, de borrachera o en plan coña? No tengo ni idea, ¿vosotros que pensáis?

 

domingo, 2 de septiembre de 2012

Esperando el otoño


 
Cuando era pequeña, después de un largo verano de playa y diversión, me daba mucha pena que los días se fueran acortando irremediablemente. Aquellos atardeceres que comenzaban a venir frescos  me recordaban la vuelta al colegio, la inminente despedida de los amigos que volvían a sus ciudades y el cierre de los cines de verano. Cuanta nostalgia anticipada en los últimos días de playa mientras trataba de retener todo en la memoria para poder recordarlo durante los próximos nueve meses. Y así, aspiraba el perfume de la marea mezclado con el de la crema Nivea (mezcolanza que hoy todavía me trae mil sensaciones de antaño) o el de las flores estivales en los jardines, saboreaba con deleite los polos de hielo del quiosco de la esquina y miraba con detenimiento mi piel morena que pronto volvería a ser blanca. Una especie de abatimiento se iba reflejando en mi persona, vencida una vez más por un otoño que sin duda llegaba a marchas forzadas para arrebatarme los mejores momentos que pueda tener un niño. Porque no era solo yo, todos mis amigos estábamos igual. A medida que el sol iba desapareciendo cada día más temprano, íbamos dejando escapar profundos suspiros que entristecían el ambiente. Era la estación más fea del año, la que sin duda nos atrapaba en la cárcel de los deberes escolares y horarios que cumplir.

Con los años mi parecer ha ido cambiando. Todo ese festival de colores dorados que llenan las calles ha llegado a convertirse en algo muy esperado por mí. Me gusta el cambio que de repente se forma en el ambiente, ese paisaje de hojas caídas y olor a tierra mojada que todo transforma, como si la naturaleza estuviera renaciendo de unos largos meses de sopor. Mientras daba mi caminata diaria esta tarde, he disfrutado con el aire fresco que me acompañaba. Y me ha gustado la sensación del final del verano, un verano de mucho calor y cargado de incendios que han arrasado casi toda España. Ojala tuviésemos un otoño lluvioso que refrescara la tierra y que la hiciera respirar otra vez. Como cuando era niña, mi mente ha comenzado a anticipar acontecimientos, pero ahora no siento angustia ni tristeza, sino esperanza de vida.