Hace un tiempo, pasando unos días en Algeciras, decidí salir a pasear y
tomar fotos de calles, edificios o lugares que me traían recuerdos de la niñez.
Estuve toda una mañana dando vueltas y para mi sorpresa, encontré cosas en las
que nunca antes había reparado. Me hubiera gustado haberme fijado antes en esos
pequeños detalles con los que tropezaba, me hubieran venido muy bien para algunos de
mis relatos, pero tengo que confesar que en aquella época mis musas literarias
me empujaban a escribir sobre otras cosas y no reparé en lo que ahora tanto
valoro.
Este patio de vecinos es un tesoro que todavía se mantiene en pie. Se llama
El patio del Siglo XX por una famosa tienda del mismo nombre en una calle muy céntrica
llamada Calle Tarifa. Tiene muchos años y ya no quedan muchos vecinos, pero
tuve la suerte de poder hablar con una familia que ha vivido allí toda su vida.
Durante un buen rato estuvieron explicándome la historia del patio y nombrándome
cada personaje que habitó en sus casas, recordando cientos de anécdotas entrañables
que llenarían un libro. Curiosamente ni se molestaron en preguntarme quien era
yo y por qué tenía tanto interés en saber de sus vidas, lo que me hizo
maravillarme, una vez más, de la amabilidad de la gente de mi tierra.
Estos carteles de publicidad antigua los encontré en una tienda de toda la
vida llamada Mi tienda, un comercio muy popular donde siempre iba con mi madre
a comprar botones, cordones de zapatos o alguna crema. A día de hoy todavía
conserva el mismo aspecto, con sus mostradores de madera y el mismo dueño, un
hombre muy simpático que me hizo pasar para recordar viejos tiempos y de paso
contarme la historia de la tienda. Al parecer su abuelo, oriundo de Tarifa, la
ganó a las cartas a principios del siglo pasado. 25.000 ptas. era el precio que se jugaron.
Este precioso callejón me trae un recuerdo en particular.
Es el Callejón Tte.
García, en pleno centro. Si os fijáis, justo encima de la puerta hay un balcón
acristalado. Pues bien, a la izquierda, cuando yo tenía unos dieciséis años,
montaron un bar o pub con mesas fuera que nos encantaba a mí y a mis amigos. Nos
pasábamos horas allí en las tardes-noches de verano, tomando refrescos sin
dejar de charlar hasta que nuestros escasos fondos nos obligaban a tener que levantarnos
para irnos al Paseo Marítimo, que era gratis. Uno de esos días que disfrutábamos
de la terracita, uno de mis amigos vio una rata en el balcón. Ignoro si vivía
alguien por entonces en aquella casa. Mi amigo dijo:
-
Mirad como nos está mirando la rata.
Y en efecto, el animal parecía mirarnos como si estuviera tratando de
evaluarnos. Como no me gustan nada las ratas – las odio, las temo, me repugnan-
me levanté de golpe tirando la silla donde estaba sentada. Supongo que el ruido
y el movimiento hicieron que la rata se asustara también. Lo último que
recuerdo es que la vi saltar hacia adelante, hacia donde estábamos nosotros,
mientras yo corría hacia mi casa como una loca. Varios kilómetros sin mirar atrás,
imaginando que la rata venía tras de mí. Casi me da un patatus, pero lo peor
fue el cachondeo de mis amigos durante el resto del verano.
Estas placas están en la Iglesia de la Palma, en plena Plaza Alta, iglesia
donde se casaron mis padres, me casé yo y se bautizaron mis hijos.
La Alicantina es una confitería donde siempre iba a comprar golosinas.
¡Tenía unas chucherías maravillosas para una niña! Pero incluso de mayor,
cuando trabajaba en una calle cercana, me tentaba con sus olores y yo no tenía
más remedio que entrar a deleitarme con algún pastel, helado, fruto seco o con
un regaliz bien gordo cuyo nombre no recuerdo.
Y termino con esta fotografía que me llena de ternura.
Porque estuve
cientos de veces en esa tintorería que ya no existe. Si cierro los ojos puedo
sentir el olor a ropa limpia y los vapores que desprendían aquellas maquinas
que hacían mucho ruido. Era el sitio ideal para llevar los trajes de gitana después
de la feria y las chaquetas de invierno cuando llegaba la primavera. Como veis,
el local es ahora otra víctima del paso del tiempo.
preciosa entrada, merchi. es verdad, al hacernos mayores valoramos más las cosas. esas calles de casas antiguas, esas tiendas con mostradores de madera como bien dices... lástima por esa tintorería que ha cerrado, pero por lo que veo, en algeciras son más las tiendas que se conservan.
ResponderEliminarlo de la rata supongo que es de esas cosas con las que se pasa muy mal en el momento, pero luego te ríes recordándolo, jeje.
los patios andaluces son una maravilla. qué majos estuvieron al contarte la historia de esa casa.
besitos!
Gracias, Chema. Lo de la rata es de esas cosas que nunca se olvidan, jajajaja...Y por lo demás, lo cierto es que cada día me gusta más la historia de todas esos detalles que voy descubriendo en mi ciudad. Besossssss.
EliminarQue bellos lugares y bonitos recuerdos. Me encantan los anuncios antiguos de la tienda
ResponderEliminarMe hubiera gustado traermelos a casa y formar un cuadro con ellos, pero imagina, allí los tenían como oro en paño. Besitos, Geno.
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