Hacer senderismo por la comarca de Antequera y
alrededores no es demasiado fácil. Primero porque la mayoría de los caminos
tienen enormes cuestas con las que terminas destrozada, sobre todo para los que
tenemos hernias discales. Siempre intento buscar una ruta relativamente llana,
pero es complicado. También está el problema de que casi todo el paisaje está compuesto de
olivos, algo maravilloso a la hora de conseguir buen aceite y estupendas
aceitunas, pero monótono, de suelo seco y nada dado a dar buenas sombras a la
hora de descansar. Como digo es difícil pero si se busca con ahínco se puede
encontrar alguna sorpresa.
Este es el caso de La Ruta del Aceite, una antigua vía
de tren que va desde Lucena (Córdoba) hasta Jaén capital. Unos 120 kilómetros
de trazado ferroviario que fue utilizado a finales del siglo XIX para el
transporte de aceite entre ambas provincias y que ahora, tras ser deshabilitado
en 1985, se ha recuperado para ciclismo y senderismo. Desde el 2002 quedó
inaugurado como Vía Verde y tiene un firme perfecto para andar o pedalear las
horas que uno quiera. El máximo desnivel al que llega es un 3% por lo que lo
hace perfecto para cualquiera.
A ambos lados del sendero encontramos millones de
olivos, pero también laderas, barrancos, desfiladeros y zonas de recreo para
tomar un tentempié. El camino pasa a su vez por varios viaductos metálicos y un
par de túneles iluminados. Al paso vas descubriendo conejos, cabras, vacas y
cientos de flores (al menos en primavera) que mezclan su olor con el que se
desprende de los molinos de aceite. Cada cierto número de kilómetros se llega a
la estación de uno de los pueblos del entorno, viejas estaciones que ahora son
ventas que han sabido conservar el encanto de aquello que fue antaño. Algunas
incluso han rehabilitado los anticuados vagones de tren para colocar sus mesas
dentro, con lo cual es como si estuvieses viajando en otra época mientras comes
uno de los exquisitos platos que se preparan por la zona.
La hemos hecho dos veces. La primera partimos de Cabra
(Córdoba) y anduvimos solo unos 15 kilómetros ida y vuelta. Por cuestión de
tiempo no pudimos llegar a Doña Mencía, que era el siguiente pueblo para visitar.
Como nos quedamos con ganas, repetimos la semana siguiente y esta vez hicimos
veintitantos kilómetros pasando por varios pueblos (Doña Mencía, Zuheros) hasta
llegar a Luque. En ambas ocasiones tuvimos una buena marcha y disfrutamos del
paisaje, parándonos de vez en cuando para hacer fotos y para charlar con algún
cabrero de la zona o preguntando a otros simpáticos caminantes por las
curiosidades del lugar. Al parecer cada pueblo tiene varias agencias que se
dedican a turismo rural, con casas preciosas reformadas para alojar a los que
quieren perderse durante unos días. Es algo que dejo pendiente para el otoño,
al igual que las caminatas, porque ya es tiempo de ir pensando en la playa. De
hecho, el último día que estuvimos pasamos bastante calor, por lo que decidimos
que había que ir despidiéndose del recorrido durante unos meses.
De todas maneras, os recomiendo que la visitéis el
próximo otoño e incluso si podéis que alquiléis una casita y disfrutéis de una
de las mejores rutas de la zona.
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