Ya casi están terminadas las clases del Taller de
Literatura Creativa, a la cual pertenezco desde Marzo de este año. Lo cierto es
que tengo la impresión de que llevo muchos más meses, seguramente porque a
pesar de que solo tenemos clase los lunes por la tarde (eso sí, unas tardes de
varias horas y cervecitas incluidas al final) las estoy viviendo de una manera
muy intensa. Todo lo que he encontrado en el Taller, desde al ritmo de trabajo
y la profesora hasta los compañeros, me han llenado mucho en este tiempo, tanto
que siento que los voy a echar mucho de menos en estos meses de verano.
Cristina, la profesora, va a mandarme deberes para seguir aprendiendo durante
este lapsus estival pero aún así, estaré deseando que llegue el otoño y pueda
volver a reencontrarme con todos. Sin duda es una de las mejores cosas que he
emprendido a lo largo de mi vida; primero por lo mucho que estoy aprendiendo de
esta afición que me acompaña desde niña (hubiese querido conocer a Cristina
hace mucho tiempo, algo difícil teniendo en cuenta lo joven que es), y segundo
porque también me estoy animando a mostrar lo que escribo, algo que al comienzo
de esta aventura me parecía un impensable (y esto siempre tendré que
agradecérselo a mis compañeros, los cuales me animan un montón).
Dicho esto, contar que este lunes pasado organizamos
unas Veladillas Poéticas como homenaje al poeta malagueño Emilio Prados, del
cual se cumplían 50 años de su muerte. Cada uno de nosotros tuvo que recitar
una poesía del autor y luego leer un micro-relato de nuestra invención, algo
que ideásemos acerca del poema que nos tocaba en suerte. El acto fue en la Sala
Antequerana de la Biblioteca Municipal San Zoilo, un marco incomparable, bonito
donde los haya. Y al final todo resultó genial. Mis compañeros, como siempre,
sorprendieron a todos los asistentes con unos relatos maravillosos y el
ambiente no pudo ser más literario y perfecto. Creo que Emilio Prados no
tendría queja alguna.
Por mi parte, leí algo nerviosilla un poema titulado
“¿Vivo del mar?”, que Cristina eligió para mi consciente de lo mucho que
significa en mi vida ese mar que aparece en la mayoría de mis relatos. Y por
supuesto esto quedó bien reflejado en el micro-relato que leí después. No voy a
poner aquí la poesía, preciosa, porque es demasiado larga y el que esté
interesado en conocerla solo tiene que buscar en Google para deleitarse con
ella, pero si lo que escribí para algunos amigos que me lo han pedido.
Curiosamente, entre los oyentes, había una chica de Algeciras que vive aquí, y
al finalizar el acto me dijo que había podido “sentir” la playa del Rinconcillo
mientras yo lo leía. Me emocionó, la verdad, pues es más o menos en la playa en
que pensaba mientras lo estaba escribiendo.
“Yo, al igual que tú, echo de menos un
mar, un mar en particular que acompañó mi vida, mis ilusiones, esperanzas y
sueños… Yo, al igual que tú, me acostumbré a ver el resplandor dorado sobre un
agua tranquila, a distinguir los miles de peces que saltan jugando con las olas
y a diferenciar el olor de los vientos que arrastran las mareas y dejan surcos
de estelas entre las nubes. Yo, al igual que tú, paseé miles de veces por
arenas colmadas de conchas y guijarros que marcaron mi huella existencial y acompañaron mis pensamientos más
recónditos. Yo, al igual que tú, aprendí a entender las miserias y desamparos
en aquella profundidad marítima que me devolvía el aliento y la confianza. Yo,
al igual que tú, me despedí de ese mar un buen día en busca de otros puertos
más seguros que llenaran mi alma. Pero ni tú ni yo conseguimos encontrar el
paraíso perdido que dejamos rubricado entre la marejada. Yo, al igual que tú,
Emilio, vivo echando de menos ese mar que ya solo vive instalado en mis
recuerdos.”
Termino dando las gracias a Cristina y a mis "compis" de
clase y decirles que espero verlos de nuevo en el siguiente curso para poder
seguir aprendiendo de todos.
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