Siempre me ha gustado mucho el futbol. Desde que era
pequeña y oía desde mi casa el alboroto del estadio “El Mirador” los domingos,
tan cerca que podía sentir todos los buenos y malos momentos del Algeciras CF.
Justo al lado de mi casa vivían dos mellizos, forofos del Real Madrid, con los
que aprendí lo que significaban los penaltis, los saques de esquina y…, bueno,
iba a decir también los fuera de juegos, pero no, eso es algo que todavía tengo
pendiente. De todas maneras aquel deporte me entusiasmó bien pronto, no tanto
por lo que era en sí sino por la pasión que arrastra, algo que no ocurre con
demasiadas cosas en esta vida, lamentablemente.
Soy madridista desde entonces, lo absorbí por inercia
dando patadas al balón cuando los mellizos se mostraban generosos y me dejaban
chutar, y no es que ellos fueran antipáticos conmigo sino que yo no era
demasiado buena en eso de esquivar y lanzar a la portería, que normalmente eran
dos piedras alineadas a un lado de la calle.
Aún sigo siendo madridista, aunque confieso que el
futbol ya no despierta en mí tanto amor. Se ha convertido en un negocio, a
veces sucio y rastrero, donde los intereses económicos priman sobre el deporte. Uf, algunos jugadores millonarios que se pasean con chulería como si
fuesen los reyes del mundo. Esos comentaristas
o periodistas que hay ahora, provocando con sus opiniones que la gente se
mosquee y vea al equipo contrario como verdadero enemigo. O esos políticos (si,
otra vez ellos) que aprovechan los tantos y las derrotas para hacer demagogia y
levantar más odio entre los seguidores, aprovechando también el hecho de que
mientras estemos idiotizados peleando con el de al lado por un penalti o un gol
anulado, vamos a olvidarnos de lo mal que trabajan por nosotros.
Pero en fin, estamos en la Eurocopa, y me encanta que
los españoles, sean de donde sean, estemos juntos disfrutando a la par. Que
mira que es raro que eso pase. Y si lo consigue “La Roja” pues bienvenida sea.
No sé si ganaremos este año o no, pero al menos espero que pasemos a cuartos
para poder seguir disfrutando un poco más. Porque lo estamos pasando muy bien,
incluso cuando los nervios de mi hija, que se coloca la camiseta de la
selección desde que se levanta, nos hagan mordernos las uñas hasta que acaba el
partido con sus saltos y gritos cada vez que alguno de los nuestros toca el
balón. Esperemos que esta noche la niña pueda dar muchos gritos de alegría y
todos lo celebremos con entusiasmo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario